CAPÍTULO DIEZ

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Sasuke nunca había sido tan consciente de haberle dado a alguien su palabra como cuando llamó a la puerta de Obito. Había prometido que mantendría a Naruko a salvo.

¿Y si no podía cumplirlo?

La puerta se abrió y un hombre sólo unos años más joven que Sasuke salió. Tenía el pelo negro despeinado y llevaba varios días sin afeitarse. Sus ojos negros se llenaron de desconfianza y cruzó los brazos por encima de su ancho pecho, con aspecto beligerante.

Obito fijó la mirada en Sasuke.

―El hijo pródigo vuelve a Japón, pero me pregunto por qué. Especialmente teniendo en cuenta que mi tío te está buscando afanosamente en Estados Unidos.

―Es una larga historia ―dijo Sasuke―. Necesitamos un lugar donde descansar unos días y al mismo tiempo necesito tu consejo.

Obito tensó la mandíbula. Había dejado el negocio familiar cuando su madre falleció, dejándole poco contacto con el padre de Sasuke y poco interés por la forma de operar de la familia. Obito había seguido su propio camino. Era jornalero y trabajaba mucho. De vez en cuando ayudaba a Sasuke a ganar un dinero extra.

―Entonces será mejor que entréis ―dijo Obito a regañadientes―. ¿Me ibas a presentar a tu preciosa amiga o tienes miedo de que se enamore de mí y se olvide de ti?

Al menos estaba intentando ser agradable. Si hubiera estado realmente enfadado, no se habría molestado. Sasuke le lanzó a Naruko una mirada de reojo. Observaba a Obito como si estuviera fascinada por él. Sasuke soltó un suspiro.

―Naruko, este es Obito Uchiha.

―Naruko ―dijo Obito.

Sasuke notó algo en la astuta mirada de Obito y tuvo la impresión de que su primo sabía qué lugar ocupaba Naruko en las familias.

―Encantada de conocerte, Obito ―dijo Naruko con una educación impecable―. Es muy amable por tu parte dejar que nos quedemos aquí.

―Mi casa es vuestra casa. Pasad, por favor.

Se apartó de la puerta y los dejó entrar. Sasuke no pudo evitar fijarse en que su primo hizo un escrutinio exhaustivo de la calle y de los edificios circundantes antes de cerrar la puerta.

―Naruko, deja que te muestre la planta de arriba. ―Obito le indicó que lo siguiera―. Estoy seguro de que querrás refrescarte.

―Sí, gracias. ―Se frotó los ojos con aspecto dormido―. Necesito una siesta. El jet lag me está matando.

―Suele hacerlo ―dijo Obito mientras la guiaba escaleras arriba hacia la segunda planta.

Sasuke escuchó la cháchara despreocupada de su primo y se sintió agradecido por la habilidad de Obito para hacer que la gente se sintiera cómoda. En esta situación en concreto, sería sin duda útil.

Obito volvió uno momento después. Sasuke no se había movido de su lugar, al lado de las ventanas frontales. La estrecha casa de Obito era la última de un grupo de ocho viviendas similares. El edificio era antiguo, pero el alquiler era barato y se encontraba en un barrio agradable.

Era evidente que allí vivía un hombre solo. El salón estaba ocupado casi por completo por un sofá y un televisor. No había muchos otros muebles ni baratijas y muy pocos objetos personales. Obito era una persona eminentemente práctica.

―¿Tienes hambre? ―preguntó Obito, señalando la cocina. Sasuke se fijó en el sándwich a medias que había en la mesa.

―No. ¿Hemos interrumpido tu comida?

―Sí. Así que si no os importa... ―Obito levantó una ceja.

Sasuke negó con la cabeza y siguió a su primo a la cocina. Obito tomó asiento y se bebió de un trago la mitad de la cerveza que había al lado del plato. Dio un mordisco enorme al sándwich y giró el dedo en el aire para indicar a Sasuke que empezara a explicarse.

SU ASESINO DE LA  MAFIAWhere stories live. Discover now