capítulo 4

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𝙽𝚊𝚘𝚖𝚒 𝚁𝚘𝚜𝚜

No sé lo que se me estaba pasando por la cabeza, no sé de dónde me acaba de venir esta idea, pero no me reconozco. Estaba asomada en el balcón, esperando que mamá saliera por el portal para montarse en el coche e irse al trabajo, ya estaba vestida, lo había hecho mientras ella bajaba las escaleras. Y ahí estaba el objetivo, saliendo del portal, montándose en el coche, que lo tenía aparcado en la misma puerta para que no tuviera que moverme mucho del piso al coche, ni siquiera lo aparcaba en el garaje, de hecho nunca lo había bajado ahí. Entré a casa y me puse mis tenis, agarré las llaves de casa y salí, cerrando de un portazo, llamé al timbre de la puerta de Marisa, eran las 9 de la mañana espero que estuvieran despiertos, Marisa abrió la puerta con un plato en la mano y en la otra un papel con el qué lo estaba secando.

-Buenos días hija, ¿Qué te pasa?- preguntó la señora moviendo la mano en círculos encima del plato, secándolo.

-Venía por Ander, iba a sacar las llaves de la azotea para vosotros y quería saber si me quería acompañar- hablé sonriendo.

-Creo que vienes en mal momento, Ander aún está dormido-dijo Marisa-espera aquí, voy a llamarle-Marisa empezó a andar dentro de la casa, dejándome sola en la puerta.

-No,no de verdad no hace falta, me paso por la tarde-hablé un poco alto para que me escuchara, ella se giró e hizo un gesto para que me callara.

No tardó mucho en aparecer Ander, iba con los pelos alborotados, un pantalón de pijama de cuadros rojos y blancos, y sin camiseta... Llegó a la puerta y se dejó de caer en el marco de esta, se pasó la mano por los ojos y me miró, con odio en la mirada por lo que había hecho.

-Naomi, hija, que son las nueve de la mañana, la última semana de vacaciones, ¿Qué quieres?- me dijo mientras sus ojos se le caían con cada palabra que decía.

-Voy a sacar la copia de las llaves, para ti y para tu abuela, así no tenéis que pedirnoslas cada vez que queráis subir- hablé poniendo las manos detrás de mis caderas, moviéndome hacia alante y hacia atrás.

-Está bien, joder tío-bostezó metiéndose dentro de la casa-dame cinco minutos.

Soy una persona de mierda, lo sé, pero no pude evitar fijarme en su pecho, tenía bastante marcado los abdominales, pero no venía a eso ni mucho menos, estaba haciendo esto para joder a mamá. Como él dijo, tardó 5 minutos, salió vestido con unos pantalones negros, de chándal, con una sudadera de color blanca y en una esquinita de esta tenía en escudo del Barça, me espera de todo menos que le gustara el fútbol, llevaba un casco de moto en la mano.

-¿Dónde vas con ese casco?- pregunté, el cerró la puerta de su casa de un portazo y empezó a bajar las escaleras, yo le seguí.

-Hombre pequeña cotilla, no sabía que estabas por aquí- dijo el sin parar de bajar escalones.

-Uufff, ¿No vas a responder?.

-Ya lo verás- respondió.

-Dios, que misterio- dije con sarcasmo.

Cuando llegamos afuera del portal me dijo que le esperaba aquí, que no tardaría, le hice caso, él me dio el casco, también me dijo que lo sujetara y que tuviera cuidado con él. Diez minutos, no aparecía por ningún lado, no había nadie en la calle y me estaba empezando a desesperar, nunca había estado tanto tiempo sola, una moto, color negro mate se paró delante mío, dándome un susto, era la misma que vi la mañana anterior desde mi habitación, el motero que la conducía se quitó el casco, Ander, era bastante predecible, ¿Por qué no me sorprendió?

-Ponte el casco y sube, vamos a por la llaves, ¿sabes por dónde se va?- preguntó con el casco en la mano esperando que me subiera.

-Aa... Ander, yo no sé cómo se va a la ferretería, es que no salgo mucho de casa- le conté.

El imbécil de mi vecino Where stories live. Discover now