Heartless (hinny)

08| The moon's favorite child.

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Esta historia me la contó la Luna, palabra por palabra, así como yo se las cuento ahora.

Había una vez un niño y había una vez sus padres. Y luego sus padres dejaron el mundo de los vivos y el niño ya no tenía a nadie. Entonces lo tomé en mis brazos de luz y lo crie como propio, lo guie en las noches y lo extrañé en los días. Todo aquel quiera, puede llamarse mi hijo, pero aquel siempre fue mi favorito, siempre lo será. El Sol y el Mar no me dejan mentir, por él sigo aquí.

Harry fue realmente rápido en tomar las riendas de su propio destino. Apenas tenía seis años cuando ya pasaba la mayoría del día fuera de su casa. Se paseaba con una pandilla de niños más grandes, de los que ni siquiera recuerda los nombres. No era raro de los más pequeños usar aquella estrategia, aliarse con aquellos que podían protegerlos solía ser su mejor opción. El único otro niño pequeño con ellos era Draco, y quizá por eso fueron siempre tan unidos, quizá eran lo único que tenían para apoyarse: el uno con el otro.

Apenas ocho cuando se dio cuenta de que ni siquiera volver por las noches en silencio y meterse en el armario lo mantenía a salvo. Fue idea suya, y ni un segundo de duda cruzó su mente.

—¿Ir a donde? —preguntó Draco.

Harry se sentó en la caja que estaba parado, en aquella ocasión estaban en el puerto, las cajas de carga grandes de madera se esparcían esperando ser distribuidas por la isla.

—No lo he pensado —había admitido con el ceño fruncido y un puchero formándose.

Draco se sentó junto a él, apenas alcanzaba la caja de puntitas, tuvo que hacer un salto bastante grande.

—Pués si nos queremos ir, deberíamos pensar a dónde. No podemos ir por ahí sin un plan, seremos carnada. ¿Qué piensas, ir correteando hasta el bosque y esperar que te deje refugiarte en él?

Y sorpresa para la Luna, y sorpresa para mi. Sorpresa para Harry y sobre todo sorpresa para Draco, cuando eso fue exactamente lo que hicieron, con el mejor de los resultados.

—¿Tienen un plan? —el plan era ir al bosque, pero no, ahora que me doy cuenta, esa fue Hannah.

El día se asomaba y los habitantes del Árbol de los Deseos se levantaron con él. Hannah sostenía una taza de cerámica de aspecto caro entre sus dedos, tenía el sello de una familia real que no reconocía, pero no era raro, pues no sabía nada sobre los habitantes al otro lado del Mar Rojo.

El té humeante era casi suficiente para distraerla de los tintineos que le llegaban desde donde Bell discutía apasionadamente con un Draco cada vez menos paciente. El rubio pareció estar a punto de contestar, aunque solo fuera para callar al Hada del Bosque.

Antes de que pudiera decir algo, sin embargo, la puerta sonó con golpes irregulares. No parecía el sonido que haría el puño de un hombre. Draco asomó un ojo por la ventana.

—Un ciervo —dijo simplemente. Harry miró a Hannah.

—Para avisarnos que nuestro plan está llegando.

Y sin más se apresuraron a salir. No le explicaron mucho a Hannah pero descubrió que no le importaba, no realmente, siempre había sido esa la forma de ser de Harry y Draco. Comunicándose sin palabras, si querías ser parte de ello, debías aprender a observar en lugar de preguntar, más temprano que tarde, terminabas entendiendo por ti mismo.

Correr de aquella manera tenía que ser perjudicial para la salud. Pero supuso que era de esperarse. De haber crecido en el bosque, Hannah también habría corrido kilómetros y kilómetros todos los días. Ella no estaba fuera de forma tampoco, era simplemente que se quedaba unos pasos atrás, siempre, porque no estaba acostumbrada a la forma en la que el suelo se enredaba y desenredaba alrededor de sus pies.