Cap 10

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Me resbalé por el acantilado aplastando todas las flores al paso. Una vez que termine de gritar y rodar por aquel campo llegué mareada al borde del siguiente acantilado, abajo estaba el mar, me levanté algo adolorida y repugnada por el aroma a flores que se quedó impregnado en mi.

— Uuuuujuuuuu — escuché unos gritos de diversión.

Miré atrás y el taxista se venía deslindando cuesta abajo sobre una penca de palmera. Me reí fuertemente hasta sostener mi estómago.

— Estás loco? — grité riendo como loca.

Una vez que llegó a mi se bajó de su nuevo vehículo.

— Tienes que intentarlo — sonrió sofocado — es divertido, de pequeño lo hacía, crecí con mi madre en el campo y a diario hacia cosas locas y peligrosas que me subían la adrenalina, pero eran cosas divertidas — comentó tomando mi lado.

Nos quedamos mirando el horizonte y las olas del mar intentando llegar hasta nostros.

— Que te hizo enojar tanto que saliste en pijama? — preguntó rompiendo el silencio.

— Aaajj — suspiré y me dejé caer en el piso — ese Idiota… se cree que soy una mocosa maleducada y sin experiencia — gruñí y me deje caer sobre el césped.

— Si dices que no lo eres… pues no lo eres — respondió sentándose junto a mi.

— Por cierto… soy Stevens — se presentó.

— Stevens? — pregunté confusa — por qué un nombre tan común para un coreano? — me dedico una mirada.

— Mi padre no es coreano, es estadounidense, y el fue quien eligió ese nombre — respondió.

— Oh entiendo — respondió — Soy Lilith Bianchi — extendí mi mano sonriendo.

— Italiana? — arqueó una ceja.

— Sì, mio signore Stevens — respondí sonriendo.

— Que has dicho? — indagó con cierta mirada inquisitiva.

— Si mi señor Stevens — contesté con una sonrisa — Aunque estos últimos dos años viví en Puerto Rico — dato curioso — mi hermano, el flow del boricua es el más original — comenté con acento puertorriqueño a lo que ambos respondimos con una carcajada.

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Unas horas más tarde, recordé que hoy tenía que ver a esa misteriosa persona que sabe como hacer para que Vicenzo me vea como una mujer y no como una niña.

— Oye… tengo algo que hacer, me podrías llevar a Robot for Narrow Spaces? — pregunté mientras me ponía de pie.

— Claro — respondió — pero antes debes ponerte ropa — comentó — no es como que vallas a ir allí en pijamas, estas denuda — se sonrojó.

— Tú también? — pregunté frunciendo el ceño — De donde vengo salir con el pijama es algo medio normal, mucha gente lo hace — informé.

— Aquí te verían cómo una loca — rió.

Subimos con un poco de trabajo por aquella loma hasta llegar al auto.

— Esto era un regalo para mi hermana — tomó una bolsa en el maletero — usalo, luego comparé otros para ella — me la entregó.

Miré dentro y era un vestido color crema, y ajustado al cuerpo, con poco escote y a unos cuantos dedos de las rodillas. Me cambié dentro del auto y salí.

— Ten, aquí están los zapatos — me entregó unas zapatillas de tacón fino que combinaban con el vestido.

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Llegamos a mi destino y nos despedimos. Después de unos minutos de espera frente a la compañía, apareció Yina.

— Y ya te tiene como una princesa? — preguntó con una sonrisa malvada.

— Qué quieres? — rodé los ojos ya impaciente por esperar tanto.

— Quedamos en vernos… lo olvidaste? — preguntó.

— Qué? Eras tú? — fruncí el ceño.

— Tanto te desagrada la idea? — sonrió con ironía — Qué tal una copa mientras charlamos? — sugirió.

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— Olvídate de saber si te gusta o no! No es obvio? — gruñó como respuesta a mi pregunta — Es demasiado evidente que te gusta, ahora lo que tienes que hacer es conquistarlo — dio un sorbo a su copa.

— Por qué me dices esto? — pregunté con dudas.

— Pues porque te gusta no? — respondió a mi pregunta —  El amor entra por la boca — su comentario me causo gracia — una buena comida para saborear hará que te elogie inconscientemente, y mientras haga eso más seguido hará que se de cuenta y cuando lo haga ya tendrás su atención — escupió.

— Ni que me haga falta — susurré y ella me atravesó con la mirada.

— Tienes que hacer que el te observe mientras cocinas, usarás una de sus camisas o un pijamas descarado — dramatizó.

— Espera… a que le llama pijamas descarado? — pregunté confusa — porque me pase por toda la casa con mis pijamas de shorts cortos y una blusa de mucho escote y tirantes finos, y se la pasa diciendo que estoy desnuda — comenté.

— Eres una put…

— Qué dices? — pregunté al escuchar que susurraba algo.

— Nada — rodó los ojos — mira no se que es ser descarada para ti, pero tienes que usar algo que muestre tus piernas y parte de tu abdomen — respondió.

O.P.V

En la noche llegué y me encontré con la casa vacía.

— Lilith? — llamé — Lilith? — volví a llamar busqué en todos lados y ni rastros de ella.

Subí a su habitación y no estaba, entré a su baño y la encontré cepillando su cabello frente al espejo.

— Qué haces? — preguntó.

La miré de arriba hacia abajo y mi corazón empezó a latir desesperadamente. Portaba un pijama de shorts cortos, mostraban sus largas y elegantes piernas, una blusa holgada
a media pansa mostrando su plano y sexi abdomen con un brillante piercing en su ombligo, su pecho descubierto por tirantes finos y un pequeño escote.

— Cuántas veces te tengo que decir que no te vistas así? — gruñí nervioso y sonrojado.

— Cuántas veces te tengo que decir que son mis costumbres y que no las voy a cambiar? — replicó poniéndo con exigencia el peine sobre el tocador frente al espejo.

Salió contoneando sus caderas, como es de costumbre en las mujeres, y meneando su cabellera suelta de lado a lado. Me fui a mi habitación y me di una ducha, extrañé el relajante baño de burbujas que me prepara la señora Cho. Bajé a la cocina y ahí estaba Lilith meneando su cadera mientras revolvía algo en una caldera, me distraje mirando su trasero.

— Que miras? — se volteó.

Me di la vuelta de inmediato, miré al techo y metí las manos en los bolsillos de mi pijama disimulando mi atrevimiento y nerviosismo.

— Yo…na…nada… yo soy… digo… tus nal… tus, tus, tus sandwiches… — me miró confundida y nuestras miradas se encontraron — estas deliciosa — me desordené el cabello mientras hablaba y descansé mis ojos sobre los de ella.

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Mi Sr Vicenso CassanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora