Capítulo 5

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Después de tres años Mary y Kishibe siguieron trabajando juntos, su relación en ese tiempo se podría describir en una palabra: nada. Tienen tres años de conocerse y nunca han tenido una conversación íntima como colegas o amigos.

¿Qué esto no era una historia romántica? Tenemos que hacer que se enamoren aunque sea forzado.

—Que desperdicio, la comida aquí es muy buena. —Dijo Mary. —¿Teníamos que venir aquí?

—Deja de quejarte y concéntrate. Está cerca.

Pasaron dos minutos cuando un demonio destruyó la pared del restaurante, Kishibe y Mary se levantaron, ambos sacando sus armas. No perdieron tiempo y comenzaron atacar al demonio, ella intentó acercarse al demonio para cortar su cuello, que era su parte débil. Pero fue descuida, el demonio la atacó, y la encerró en una pequeña caja de metal fría para luego lanzarla lejos del lugar. Ya se había deshecho de uno, solo faltaba el otro.

Mary intentó salir, golpeando su cuchillo una y otra vez con desesperación, tenía que salir rápido de ahí. Esta estrechó y oscuro, la perfecta tortura para ella.

—¡A-Ah! ¡Kishibe! —Grito. —¡Ayuda!

En algún momento soltó el cuchillo y comenzó a golpear el metal lo más fuerte que podía, sus nudillos comenzaron a derramar sangre. Sus ojos comenzaron a soltar lágrimas mientras pedía ayuda a gritos, su respiración era agitada y su pecho se sentía comprimido, como si una persona estuviera sobre ella presionado su corazón. Recuerdos horribles de su niñez llegaron a su mente torturándola, se sentó cerrando los ojos tratando de así sobrellevar la cosa.

—Está oscuro... Esta estrechó... —Murmuraba mientras lloraba. —Tengo miedo...

Sin darse cuanta había comenzado a arañar sus brazos por la ansiedad, aun si abría los ojos no podía ver nada y casi no cabía en ese lugar tan pequeño. Había intentado salir de todas las formas posibles durante siete minutos sin lograr más que lastimarse a ella misma. Fue su culpa, si ella no hubiera atacado directamente ahí al demonio, si ella no se hubiera descuidado habría logrado esquivar su ataque.

Miro arriba cuando la caja fue abierta.

—Demonio hijo de puta. —Se quejó Kishibe. —¿Estás bien?

Se sorprendió cuando ella saltó sobre él abrazándolo entre llantos.

—¡Kishibee!

Él tenía los abrazos arriba sin saber qué hacer, ¿Por qué lloraba? Solo estuvo un par de minutos ahí, quizás unos diez minutos como mínimo. Bajo sus brazos poco a poco dándole palmaditas en su espalda y cabeza.

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Abrió la puerta de la habitación, mañana regresaría a Tokio, por ahora solo habían ido a un hotel a descansar. Desde que terminaron con ese demonio ella no había soltado palabra alguna, no comió, ni bebió algo, solo se acostó en la cama dándole la espalda a la puerta, se acercó a ella, la miro abrazarse a sí misma mientras temblaba levemente, sus brazos tenían arañazos y sus manos llena de vendas. Jamás la había visto así, parecía que la ansiedad la estaba consumiendo ahí mismo.

Se acostó en la cama junto a ella y la abrazó, había leído en alguna parte que la mejor forma de calmar la ansiedad de alguien era abrazándolo fuerte. O tal vez nunca leyó algo así y solo se lo invento como pretexto para abrazarla y consolarla así en silencio hasta que se sintiera mejor.

•|C.I.P.A|•Where stories live. Discover now