Capítulo 08

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Adrienne

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Adrienne

Me doy una última mirada en el espejo y retoco el labial seguido de hacer una bomba con ellos, sonrío, me veo hermosa.

En pocos minutos es la cena con Gian, su mensaje confirmando que viene en camino me alerta.

Me levanto de mi silla y me posiciono en el centro de la sala improvisada de operativo que armamos en un camión de la corporación.

Están riendo sobre algo que dijo Wensley y se callan cuando notan que estoy al frente.

Las chicas empiezan a decirme lo bien que me veo y yo ruedo los ojos.

—Es un operativo, no saldré a ligar.

—Si, adalid —adquieren una posición más seria.

Siento que un escalofrío recorre mi columna vertebral y me giro para encontrarme con la ferocidad de dos tormentas.

Aikén permanece en la esquina del camión, sentado despreocupadamente en una silla mientras en su mano tiene el vaso de lo que está tomando. Bebida que tiene mucha pinta de ser whiskey.

—No se bebe en medio de un operativo —me acerco y me inclino para arrebatarle el vaso.

Se limita a mirarme y recorrerme con sus ardientes ojos.

No refuta cuando le arranco el vaso, ni siquiera encuentro en su rostro el habitual fruncimiento de cejas.

No pierdo más tiempo en él, sigo mi camino.

Amarena se acerca para colocarme el collar que tiene el micrófono que va a grabar la conversación, incluso toma fotos.

Tocó recurrir a esta herramienta porque estoy segura de que revisarán hasta las pantaletas que llevo puestas. El collar tiene infiltrado estos elementos tan microscópicamente que no pueden ser detectados.

—Listo —acentúa—. Para iniciar la grabación solo debes tocar la perla que tiene al lado izquierdo una vez, para detenerla dos. Para tomar fotos, toca la del lado derecho, es todo.

—Gracias —me ofrece una sonrisa y me desea suerte—. Wensley se queda aquí supervisando desde su rincón de tecnología —hago un ademán hacia todos sus computadores y cosas que tiene—, los demás estarán listos a mi orden para proceder a interceptarme con el mafioso.

—¿Y Tizianno? —inquiere Aikén desde su oscuro rincón.

—No lo sé, creí que esa era tu tarea, ¿no lo solucionaste? —menciono con notoria burla.

Sus ojos se mantienen como una implacable roca, solo veo temblar un músculo en su mandíbula.

—Tiziano estará allá —afirmo—. Caerán los dos pájaros de un tiro.

Espero que Aikén me contradiga con alguna pregunta desafiante, la única respuesta que escucho es una corta y seca carcajada que brota desde su pecho.

AlevosíaWhere stories live. Discover now