Capítulo 2 - Dudas

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Monferno abrió los ojos con lentitud, se sentía incómoda y mareada tras su despertar. Su mirada borrosa buscaba entender y aclararse para poder comprender la situación en la que se encontraba. Frío fue lo primero que notó, seguido de un dolor punzante en el pecho que la obligó a chillar entre dientes, retorciéndose un poco en el proceso. Una respiración ajena a ella le llegaba a través del pelaje, la cual procedía del chico que había llegado antes a ayudarla contra sus antiguos amos. La llevaban en brazos y ya habían abandonado el bosque, pues el cielo lucía despejado, oscuro y lleno de estrellas que alumbraban tenuemente sus siluetas en la oscuridad. Giró un poco la cabeza hacia un lado para poder observar el camino que transitaban. Luces artificiales, de colores dorados se veían más allá en la distancia.

Un gran edificio lleno de ventanales, paredes blancas y un tejado azulado era lo más próximo a ellos. Esa enorme caja de concreto era seguramente el destino al cual iban, pensó ella. El viaje fue en su gran medida en silencio, agitado por el movimiento a velocidad de trote del joven. Ella hizo una mueca, recordando todo lo que había pasado hasta ahora y volvió a cerrar los ojos. Ansiosa por descubrir que va a ser de su vida a partir de ahora.

-¡Profesor, rápido! Recibió un disparo en el pecho. Le di primeros auxilios pero la bala puede seguir dentro-Era la voz del chico que se escuchaba en la oscuridad total.

-Ponla en la mesa y busca las herramientas, necesitare tu asistencia.

Esta segunda voz se escuchaba más rasposa, profunda y algo oxidada, al abrir los ojos notó que se trataba de un humano más viejo. Si bien su cara era totalmente al chico, poseía rasgos más amplios, un bigote alargado y recto. Patillas en ambos lados de la cara que parecían una 'L' apuntando hacia fuera y un cabello corto casi sin cuidar de color blanco. Llevaba pantalones de trabajo oscuro, una camisa larga blanca y un chaleco azul sin mangas. Al notar la mirada de esta, le puso en el hocico una máscara transparente conectada a un tubo. Al respirar notaba que su respiración se tornaba borrosa y perdía la conciencia, negándose a cerrar los ojos lo más que pudo. Escuchaba voces que se iban alejando en la distancia hasta que se sumió nuevamente en la oscuridad nuevamente.

· · ·

Una habitación blanca casi en su totalidad, solo el suelo de color granizo hacia la diferencia. Algunos estantes, mesas y rincones hacían de adorno. Una planta solitaria de grandes hojas estaba colocada en una esquina para darle un poco de color al lugar. La habitación estaba dividida en dos, por un muro de cristal por donde se veía el otro extremo. El viejo profesor depositaba unas pinzas y unos escalpelos en una bandeja de metal justo al lado de la mesa donde se encontraba Monferno. Sujetó con una mano una toalla con la que empezó a limpiarse las manos rojizas, distraídamente veía al chico en lo que dejó de frotar las manchas. El joven le devolvió la mirada por un rato hasta que no tuvo más remedió que apartarla debido a la presión que ejercían sobre él. Un suspiro salió de la boca del viejo y una expresión cargada de melancolía se dejó ver en el rostro de este.

-¿Cuántos fueron está vez?-Preguntó el profesor. Su voz era firme y profunda, remarcando la cantidad con seriedad.

-Dos. Serbal-La respuesta del joven fue seca, manteniendo la mirada al viejo nuevamente.

-Ya deberías saber que no debes meterte con esa gente-Soltó un nuevo suspiro en lo que cerraba los ojos, al abrirlos, continuó-Por algo existen las leyes, es nuestro deber seguirlas.

-Usted puede seguir las reglas si quiere, hice lo que tenía que hacer-empezó a señalar a la paciente en la mesa-No se iban a conformar, y ellos mismos me apuntaron con un arma. La misma usada contra ella.-Hizo una pausa en lo que esperaba un reclamo, pero al no venir ninguno, gruñó-La policía no hace nada tampoco, apenas los atrapan, los sueltan.

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