02 de Junio; [capitulo 9]

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Si te preguntas por lo qué pasó anoche después de que te lanzara desde el sillón del balcón hasta la cama [por lo que me disculpe después claro y que es irracional ya que no puedes preguntarte nada ni sentir algún tipo de dolor], pues no te perdiste de ningún momento importante, de nuevo quedarme sentada allí colocando mi ojo en el telescopio cada cinco minutos no sirvió de nada, pero no te preocupes no me rindo. Se que los veré, aunque tenga que infiltrarme en la NASA para hacerlo, lo haré.

supongo que ya me volví loca de todas formas. 

Tomé mis drogas diarias y no recuerdo nada más después de haberme ido a la cama.

Fui al W.S.M.C en la mañana, no a qué me insertaran mas agujas como la mayoría de veces que hago visitas, por supuesto, debo mencionar en las que he llegado con la cabeza como un maldito globo que parece estar a punto de estallar, y otras en las qué hay nuevas drogas para probar o que desean sumarse a la gran colección qué hay en mí baño.

Si, jamás imagine que llegaría a tener la capacidad de tener un empleo como farmacéutica.

Como las de bata y gafas que ves por la televisión.


Esta vez fui por Sarah. Llevé un nuevo libro de historias para ella. Su madre, Anna, alta, de ojos azules, cabello negro atado pero revuelto y de piel solo un poco más morena que la de Sarah estaba en la habitación cuando llegué, le acariciaba las mejillas con delicadeza mientras secaba disimuladamente las lágrimas de su rostro con el cuello de la blusa floreada que llevaba puesta. Es así cada vez que esta con ella, su temor y angustia pueden notarse al instante; me recuerda todas las veces en que mis padres han hecho lo mismo, con la diferencia de que Sarah no parece notarlo y para mi es simplemente imposible no hacerlo, lo que en muchas ocasiones me hace querer ser capaz de poder ignorarlo o, al menos, fingir que lo hago.

Toqué la puerta aunque ya estaba abierta, su madre dio un pequeño salto al escuchar el sonido, se puso de pie y se dirigió hasta mi.

—Bienvenida— susurró, puso su mano sobre mi hombro y sorbió por la nariz, sus ojos estaban enrojecidos y la parte baja del párpado oscura y grisácea, seguramente por todas las noches que no había logrado dormir.

Devolví el gesto. Pregunté cómo estaba, al instante me pareció que era una pregunta tonta ya que era evidente como estaba.

Me miro y sonrió como respuesta [creo que todos sabemos descifrar lo que significa].

—Te ha estado esperando— habló con un hilo de voz.

Entré en la habitación. Sarah coloreaba en uno de sus cuadernos, sus dedos apenas lograban mover el crayón. El color parecía haber sido arrancado de su cuerpo, sus brazos y piernas estaban cubiertos por moretones, sus pequeños ojos azules adormilados, todos sus huesos se resaltaban como si su piel estuviese siendo succionada desde adentro, verla así me hizo pensar en cómo era la primera vez que la vi y que si me hubieran mostrado una foto suya de un año después jamás hubiese creído que podían ser la misma persona, y también hace en mi hace un año, a pesar de que mi cabello siga conmigo y mi piel no esté tan pálida, tengo marcas por todo el cuerpo incluso bajo mi cabello, las cicatrices de todos los tubos, agujas y máquinas con las que me han perforado, algunas ya no puedo notarlas pero se que siguen estando ahí y el efecto de las drogas casi me ha quitado por completo el poco grosor que alguna vez tuve.

Sonreí para intentar animarla, supongo que no puedo hacer nada más.

—¡Mira lo que traje!— exclamé alzando el libro con una expresión entusiasta. No despegó la mirada de la página en sus manos; me acerqué a la silla junto a la camilla y puse el libro en sus piernas— creo que estos nuevos amigos están ansiosos por conocerte.— me incliné hacía ella señalando el libro. Siguió observando la página aunque solo habían rayas de distintos colores sin ningún patrón en ella. Apoye los codos en mis rodillas esperando que dijera alguna palabra.

Tarjetas RayadasWhere stories live. Discover now