III

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Emma

Cada vez que abría los ojos, lo primero que veía, si no estaba mirando hacia el lado de la pared, eran los frascos de las pastillas, era un constante recordatorio de que los tenía que tomar a la hora indicada del médico. Me volteé quedando viendo hacia el techo, calculé que eran las nueve de la mañana, aunque era lunes no tenía que ir a la universidad.

Pero lo que, si tenía que hacer, era ir con la psicóloga, creo que era momento indicado para decirle lo que planeaba hacer, pero no lo vi necesario.

Después estar una hora contemplando la blancura del techo me levante y me di un baño, me vestí, desayune con mis abuelos. Al terminar de comer, mi abuelo nos dejó a mi abuela y a mí en la clínica, después pasaría por nosotras. Él era taxista, así que tenía que hacer recorridos.

Visitaba a la psicóloga una vez al mes, antes eran tres veces por semana, pero posterior se redujeron hasta quedar una vez al mes, ya que "había mejorado", estaba lejos de que fuera así. Después de veinte minutos de espera entre al consultorio.

—Hola Emma, ¿Cómo has estado? —Pregunta la psicóloga con una sonrisa.

¿Cómo estaba?, no tenía la menor idea.

—Bien —contesto con una sonrisa fingida.

Ella empieza hacerme preguntas, desde cómo me ha estado yendo en la universidad, hasta como me he sentido con el medicamento, y si no he tenido un ataque de pánico, que es la razón principal por la que tengo que ir a consulta y tomar medicamentos, además de un cuadro de depresión.

Sabía que tenía que contarle todo, pero no podía hacerlo, era como si lo tenía que tener contenido en una caja fuerte y que nadie podía abrir, solo le contaba las cosas buenas que me habían sucedido.

[...]

El 30 de septiembre camine hasta llegar al puente que se encontraba cerca de la casa de mis abuelos, aunque llevaba una chamarra, el aire frio se colaba haciendo que temblara un poco. Pasaban de las dos, posiblemente estaban a punto de dar las tres de la madrugada, había salido sin que nadie se diera cuenta.

Espere por algunos minutos, hasta que escuche el sonido del motor de una motocicleta, empecé a dudar por lo que estaba pensando en hacer, pero en ese momento era la única solución que encontraba.

La moto se detuvo enfrente de mí, en ella se encontraba un hombre, no sabía quién era, cuantos años tenían, ni el color de sus ojos o cabello, ya que el casco impedía verlo, bajé la vista hacia sus manos y vi que tenía unos guantes negros. Tome aire para contener mis nervios que estaban a mil.

Él se bajó y camino hasta quedar enfrente de mí, así que me puse de pie, él era mucho más alto, creo que se debía a las botas que traía puestas.

—¿Emma? —Preguntó, apostaría lo que sea que traía algo en el casco que hacía que sonara grabe para no poderlo identificar, o tal vez era así voz.

—Sí —contesté, mi voz salió como un hilo, trataba de mantener la calma, que no se notara que estaba con miedo.

—Bien, ¿Cuál es el trabajo?

—Sé que sonara estúpido —digo tomando aire antes de decir la verdadera razón del por el cual llamé—, sé que te contratan para matar a alguien, pero quiero que tú me mates... aquí tengo el dinero.

Metí la mano en el bolsillo derecho de la chamarra y saqué los billetes. Extiendo la mano para entregárselo, pero él no los acepto, lo volteo a ver, el cristal que está en sus ojos es negro así que no puedo ver que gesto tenía, pero estaba segura que su ceño estaba fruncido.

TRES MESESМесто, где живут истории. Откройте их для себя