[ESTA HISTORIA ES UN BORRADOR]
Trabajar en una morgue nunca fue algo tan terrorífico como lo que Emily está a punto de vivir.
¿Estás lista para entrar a un mundo lleno de tentaciones?
¿Crees que conoces a la gente que te rodea?
¿Crees que te conoces...
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¿Qué acaba de pasar?
No sé cuánto tiempo llevo tirada en la cama, mirando al techo, asimilando lo que ha sido mi día, ¿lo he soñado?, ¿cuánto hace que me he despertado?
Me levanto de la cama, dando vueltas por la habitación que aún mantiene el calor de la chimenea, el pecho aún me arde, pero no es dolor lo que he sentido esta vez, ya no siento dolor con la marca, quizá, después de todo, realmente se quita si...
Niego con la cabeza tratando de alejar los pensamientos estúpidos, tengo que centrarme, posiblemente el rey ahora mismo esté arrepintiéndose de la estupidez que hizo, al fin y al cabo, no deja de ser un rey, y yo, nadie.
— Vamos, Emily, céntrate, es el rey, y tu una mortal, ya te dijo que no follaba mortales — susurro para mí misma —, de hecho, te lo ha dicho muchas veces.
Sigo dando vueltas por la habitación, miro mi camisón, me llega a medio muslo y tiene un escote que es digno de cualquier vestido de Raxi, mis mejillas se calientan en cuanto me percato de que lo he besado semidesnuda, ¿lo habrá notado?
— Tengo que hablar con él — me repito dirigiéndome hacia su habitación.
— Ey, donde vas — Raxi se encuentra justo enfrente cuando abro la puerta, con el puño levantado para llamar.
— Tengo que hablar con el rey — digo con un hilo de voz.
— Pues no vas a poder, ¿cómo te encuentras? — sus ojos blancos me estudian.
— Bien, necesito hablar con él — insisto.
— Habla conmigo.
— Raxi, lo digo en serio.
— Y yo — pone sus brazos en jarra — habla.
Bufo, apartándome para dejarla pasar dentro de la habitación, una sonrisa de niña pequeña se dibuja en su rostro y entra con pequeños saltos.
— Me ha besado — digo cerrando la puerta.
Raxi se para en seco, dejando de dar saltos, y se gira despacio, con una sonrisa dibujada en el rostro, una sonrisa jodidamente enorme.
— Júralo.
— Lo juro.
— ¡Sí! — corre hacía mi apretándome entre sus brazos — al fin, es un cabezota, pero sabía que al fin caería.
— ¿Qué?
— ¡Te avise de esto! — comienza a llenarme la cara de besos —, ojalá hagas que nuestro rey vuelva a tener algo dentro.
Abro los ojos sin entender del todo su comentario y suelta una carcajada.
— Lo tendrás tú dentro — me guiña un ojo y se ríe.
— ¡Cállate! — la empujo y la golpeo la frente conteniendo la risa —, ¿dónde está?
La cara de Raxi cambia de golpe, haciendo que me preocupe al momento, sé que algo no va bien.
