[ESTA HISTORIA ES UN BORRADOR]
Trabajar en una morgue nunca fue algo tan terrorífico como lo que Emily está a punto de vivir.
¿Estás lista para entrar a un mundo lleno de tentaciones?
¿Crees que conoces a la gente que te rodea?
¿Crees que te conoces...
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— Levántate — el golpe de la puerta abriéndose hace que de un salto en la cama.
— ¿Estás loco?, ¿qué quieres ahora? — el rey se acerca a mí, con pasos decididos.
Está completamente sudado, su pecho sube y baja con rapidez, la tenue luz me deja apreciar varios mechones que caen sobre su frente.
Agarra con fuerza la manta que me tapa, lanzándola al suelo, mira mis piernas, que están totalmente descubiertas.
— ¡¿Qué haces?! — trato de taparme con el pequeño camisón, pero agarra mi mano impidiéndolo.
— ¿Dónde? — me mira de arriba a abajo.
— No...
— Dónde te dejaste marcar — su mirada vuelve a cargarse de odio — ¡estúpida!
— ¡Tú me marcaste!
— En tu mundo, te hicieron una marca — su voz está completamente rota.
Algo dentro de mí se activa, acordándome de la marca roja del muslo, de las garras, miro mi pierna y acaricio la zona donde debería estar, pero no hay ni rastro.
El rey nota mi gesto, y pasa su mano por el muslo, siento un hormigueo por todo mi cuerpo, seguido de un picor en todo el área donde debería estar la marca, no duele, no como la marca que él me hizo.
Miro su mano, que contornea la marca roja que aparece de nuevo, dejándose ver completamente, luego lo miro a él, que frunce el ceño.
— ¿No te lo follaste?
— ¿De qué hablas?
— ¡A Dominic! — doy un salto cuando me grita.
— ¿Qué...?
— Rey, Raxi ya está aquí — Rob aparece en la puerta.
— Qué suba — ordena.
Suspira, supongo que tratando de relajarse, lo miro en silencio, no entiendo nada de lo que está pasando ni está diciendo.
— Esta marca es de él — vuelve a hablar —, él te mató.
Abro los ojos, conteniendo las lágrimas, escucho unos pasos vacilantes en la puerta, no giro la cara, no dejo de mirar el rostro del rey, esperando que sonría, que sea una broma y solo esté tomándome el pelo.
— Rey... — Raxi musita desde la puerta.
— Hazte cargo de esta mortal — el rey se gira, dejándome completamente sola en la cama, que ahora parece ahogarme —, es imposible controlarla, es una estúpida, idiota, cualquiera puede aprovecharse de ella.
El rey da vueltas por la habitación, con la respiración agitada, Raxi nos mira a ambos, sin entender nada.
— La historia se repite — gruñe el rey saliendo por la puerta, con un tono casi imperceptible —, que no haga más estupideces — dice a Raxi, estando de espaldas.
