Capítulo XXIX

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Capítulo 29 | Mi propia vida

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Capítulo 29 | Mi propia vida

13 de septiembre

Mi maestra dio órdenes claras de que la clase había terminado. Apenas lo pronunció, la mayoría, con decir el 98% de alumnos tomaron sus cosas y se perdieron en la salida. Yo no lo hice con la misma velocidad, de hecho, me tomé mi tiempo para organizar mi paleta de colores, limpiar mis manos y guardar lo que usé.

El tiempo se me pasaba demasiado rápido en esta asignatura, básicamente me concentraba mucho en lo que debía hacer y no notaba la hora. Por lo tanto, cuando faltaban diez minutos para que la clase terminara ya todos estaban alistándose para salir, mientras que yo no tenía idea de aquello.

No era algo que me molestara, en realidad me gustaba dejar todo en perfecto orden. Recordaba la vez cuando era más chica, tenía mis tarros de pintura a menos de la mitad, y los dejé regados en mi cuarto, Brent hizo la limpieza ese fin de semana y arrojó todo a la basura porque pensó que ya no me servían.

Aprendí a ser ordenada desde entonces.

Brent

No le hablaba hace ya varios días, sin embargo, mis conversaciones con Kora eran constantes. Ella me mantenía informada de todo y yo me conformaba con eso. De todas formas, sabía que me debía una reconciliación con el rubio torpe, y eso me hizo saber que debería hacer algo que no hacía con frecuencia. 

Pedir perdón. 

Detecté los ojos de la maestra puestos en mí, la ignoré, aunque sabía que debía hablar conmigo. Guardé todo con más rapidez para salir igual de rápido. Eso no pareció funcionar cuando se dirigió hacia mí a pasos seguros

—Que bueno que no te has ido —sonrió—. Quería hacerte una pregunta.

—Por supuesto —murmuré, colgándome la mochila

—¿Hablaste con Alan? —lució emocionada—. Me pareció que estaba interesado en ti.

Alan. Alan. Alan.

Vivía en mi cabeza el 40% el otro 60% se lo dejaba a mi novio. 

Era frustrante revivir nuestro patético encuentro en la cafetería y lo mucho que eso había perturbado mi paz. No había día que no me cuestionara si había hecho lo correcto al no escucharlo. Sin embargo, revisar mi correo de vez en cuando y no notar ningún mensaje suyo me hacía saber que no me equivoqué.

¿Se rindió tan fácil?

Tal parece que no fue cierto todo lo que dijo.

¿Por qué eso se me hacía deprimente?

—¿Alisson? —una mano pasó por mis ojos de lado a lado—. ¿Estás bien?

—Claro —me sacudí—. Lo estoy, ¿qué fue lo que me preguntó?

El brillo de las estrellas✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora