Capítulo I.

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 Capítulo 1 | Trampa

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 Capítulo 1 | Trampa

20 de octubre

La superficie en la que me encontraba era, por así decirlo, lo más cómodo que hubiese estado en mucho tiempo. Era suave, parecía estar sobre una nube delicada y perfecta para mi cuerpo. El que encajaba fácilmente y era como transportarme a un mundo del cual no quería salir jamás.

Aún así, mi mente estaba en otro plano. Pues, aunque mis ojos estuvieran cerrados y mi respiración lenta, en una posición tranquila y disfrutando de mi sueño, mi cabeza se fue a todos los escenarios a los que tenía que ir hoy. 

Y el problema, es que ni siquiera recordé qué día era. No le di importancia, pues si la alarma no sonó quiere decir que no tengo deberes, así que solo seguí imaginándome escenarios en los que mis sueños se cumplían y yo era feliz.

Bueno, dicen que la paz no dura para siempre.

—¡Feliz cumpleaños!

El grito en mis oídos solo hizo que mi cuerpo se sobresaltara con brusquedad. Abrí los ojos de un tirón y me moví lo suficiente para irme hacia un lado. La cama se volvió realmente pequeña, pues después de eso, solo sentí el impacto de mi cuerpo entero cayendo de lleno contra el suelo y mi cara buscando la alfombra para pegarse a ella

—Demonios —susurré

—Lo siento —escuché el balbuceo nervioso de mamá—. Ay, mi niño, perdón. No pensé que literalmente fueses a caer. Ryan, maldición, tenías razón.

—Me debes diez dólares, mi amor.

Papá se estaba riendo mientras yo me lamentaba en voz baja. Apoyé mis palmas a cada lado de mi cabeza y me moví hasta que me levanté. Con los ojos todavía adormilados, solo pude sentarme, apoyando mi espalda en el borde de la cama y soltando un profundo respiro. Empecé a frotar mis párpados, oyendo murmullos de su parte

—¿Le dolió? —esa fue la voz de mamá

—No te preocupes, ha tenido peores golpes.

—Gracias, eh —me apoyé del respaldo para levantarme. Sentí una presión en mi abdomen, pues en verdad había sido un duro golpe. Los miré, poniendo mis brazos como jarras—. ¿Qué demonios hacen aquí?

—¡Feliz cumpleaños! —la niña de seis años sopló algo parecido a un silbato y de inmediato mi rostro dibujó una mueca por el sonido agudo y chillón

—¿Qué...? —el sol alumbraba en todo su esplendor cuando miré por la ventana—. ¿Qué hora es?

—Las siete —mamá encogió sus hombros

—¿S-Siete? —hice un ademán—. ¿O sea en verdad están aquí y a esa hora de la madrugada? ¿Qué clase de padres son ustedes?

—Queríamos ser los primeros en felicitarte —sonrió papá—. Ahora sopla las velas antes de que se me duerman las manos.

El brillo de las estrellas✓Where stories live. Discover now