Capítulo 32 'Hurgando en el pasado'

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Tobías 

Aitana desapareció, tuvieron que pasar setenta y dos malditas horas para que pudieran reportarla cómo desaparecida y poder abrir una investigación. El pueblo entero se había conmocionado con la noticia. Era la segunda chica que desaparecía y con ello, su miedo aumentaba. De nuevo había toque de queda, de nuevo los lugareños se reunirían para una búsqueda en los alrededores, una búsqueda en la que todos nosotros estábamos participando, incluyendo al jodido manipulador de Tucker.

Intentaba, pero no podía siquiera respirar con normalidad, el dolor resquebrajaba mi piel y la culpabilidad que sentía me hundía más en la oscuridad. Sabía que no debía dejarla sola, sabía que Tucker le haría daño, pero debido a mi estupidez, lo más terrible pasó y ella desapareció. Lo peor de todo era que nadie me creía, nadie creía que el perfecto vecino estuviera involucrado.

—Es que no lo entiendo —expresó el señor Pevensie con estrés. No dejaba de caminar de un lado a otro en la sala—. Ella sólo dijo que pasaría la tarde con Donna —mi hermana bajó la mirada al escucharlo—, ella no le hacía daño a nadie, es una niña tímida, reservada, ¿quién se atrevería a …? —se interrumpió así mismo al pasar las manos por su cabello.
—Debemos mantener la calma, Nicolas —le dijo papá—. Sé que hablamos de una situación difícil, pero confiemos en que las autoridades la encontrarán.
—Mantener la calma es lo último que quiero hacer —elevó un poco la voz—. Ya perdí a mi esposa, no quiero también perder a mi hija.
—Eso no pasará —entre lágrimas, mamá se levantó del sofá y se acercó a él—. Ya verás que esto se solucionará —colocó una mano en su hombro de manera reconfortante.

Mientras tanto, mi vista se dirigió escaleras arriba. El enano se encontraba ahí, escuchando todo y no parecía estar pasándola bien con lo acontecido en los últimos días, pero ¿quién sí lo estaba? La preocupación habitaba en cada uno de los presentes en la casa de Aitana, inclusive, Donna, quién nunca pensé que se compadecería en algo cómo esto, aunque lo podía entender un poco, ya que ellas se habían vuelto algo unidas.

Me levanté del sofá y caminé con dirección a Jesse, una vez que subí las escaleras, me senté a su lado.

—¿Qué tal las prácticas para las finales? —le pregunté tratando de evadir el tema que en verdad nos preocupaba. Sólo quería distraerlo.
—¿Y si ella no vuelve? —suspiré.

Era inútil la distracción.

—Siempre peleamos, pero … —su pequeña voz le abrió paso a la nostalgia—, no quiero que también muera —añadió con sus ojos empañados por las lágrimas.
—Ven aquí —lo abracé—. Ella no va a morir, enano. Te prometo que regresará a casa. Haré que vuelva …, así sea lo último que haga.

No sabía si podría cumplir con aquella promesa, pero de lo que sí podía estar seguro, era de que no me cansaría de buscarla, haría todo lo posible por recuperarla, esperando que no fuera tarde.

Aquella misma mañana salí de la casa de los Pevensie para continuar con mi propia búsqueda. El alguacil del pueblo nos había pedido paciencia y que confiaramos en las autoridades, pero eso no era suficiente para mí. Con cada día que pasaba, sospechaba más de Tucker y no era exageración mía, después de todo, yo había sido el único que sabía de su maltrato a Aitana, mismo que no quise informar cuando me interrogaron, de algún modo u otro, imaginé que no me iban a creer y que por supuesto, el jodido vecino negaría todo, ya que ni siquiera pruebas habían del tremendo golpe que le había propinado en la mejilla.

Conduje por algunos cuantos minutos hasta llegar a la jefatura, al descender del auto, inmediatamente, entré en ella y me acerqué a la oficina del alguacil Morgan. En cuanto la secretaria me anunció, pasaron un par de segundos para que me accedieran el paso.

Aitana al acechoWhere stories live. Discover now