AitanaLa semana se había esfumado, nuevamente, era domingo y no podía estar más feliz en toda mi vida como en ese momento. Tucker era un príncipe como en los tontos cuentos infantiles y, a cada día conocíamos algo diferente del otro, al grado de abrir nuestros corazones y hablar de momentos dolorosos como la pérdida de sus padres y de mi madre.
La mayoría de mi tiempo libre lo había pasado con él y, justo por la tarde de ese domingo, me llevaría al cine, algo que me tenía ansiosa y emocionada.
Con un ligero bostezo, retiré el edredón de mi cuerpo y me puse de pie. Tal vez por la tarde saldría a divertirme, pero tenía deberes en la casa ... como lavar la ropa. Miré el cesto de mi habitación y resoplé con pereza. Si yo tenía demasiada ropa sucia, papá y el enano debían tener el doble.
Solté un largo suspiro y comencé a buscar mis audífonos para mayor destreza en mis labores -con música todo era mejor-, para mi desgracia, no los encontré, aunque pronto pensé dónde podrían estar.
-Ese pequeño engendro infernal -murmuré al salir de mi habitación para entrar a la de él.
Estaba preparando su equipo para el entrenamiento de béisbol.
-¿Dónde están mis audífonos, mocoso?
-Parece que estás afirmando algo de lo que no estás segura, paranoica -dijo sin mirarme.
-¿Crees que nací ayer? Sé que los tomaste tú, así que dámelos.
-Lo haría, pero ...Fruncí el ceño cuando habló entre dientes.
-¿Qué dijiste?
Volvió a hacerlo.
-Habla fuerte, tarado.
-¡Que se me cayeron al retrete! -elevó la voz.
-¡¿Qué se te qué?! -grité.
-Fue un accidente, ¿de acuerdo?
-¡Ahora sí te mato, hijo del diablo! -corrí hacia él, pero fue más rápido y saltó a la cama.Antes de que pudiera atraparlo, salió corriendo de la habitación para entrar a la de papá.
-¡Papá! -gritó al esconderse detrás de él-. La desquiciada paranoica me quiere golpear.
-¡Destruyó mis audífonos!
-¡Fue un accidente!
-¡Chicos, chicos! -papá elevó las manos para que guardáramos silencio-. ¿Podrían apiadarse de este viejo?
-Cuando el pequeño sabueso infernal deje de tomar mis cosas, lo pensaré.
-Aitana, no llames así a tu hermano.
-Pero destruyó mis audífonos -desesperé.
-¿Es eso verdad, Jessy?
-Se me cayeron al retrete por accidente.
-También meteré tu cabeza al retrete por accidente.Papá suspiró.
-Jessy, tendrás que pagarlos con tu mesada.
-¿Cómo dices? -casi se le salen los ojos de sus órbitas-. Tardaré mucho en reunir el dinero.
-Eso es para que aprendas a no tocar lo que no es tuyo, mocoso -le sonreí victoriosa.
-¡Cállate, escualiducha!
-¡Aborigen!
-¡Lagartija!
-¡Papanatas!
-¡Chicos, ya basta! -papá elevó la voz justo en el momento en que el timbre sonó-. Aitana, averigua quien llama a la puerta, por favor -suspiré al girar los ojos.Caminé hacia las escaleras mientras escuchaba los reclamos del mocoso por no querer pagar mis audífonos. Al llegar a la puerta, la abrí y Donna entró como "Pedro por su casa".
-¿Qué rayos ha pasado contigo toda la semana, friki?
-Para empezar, deja tus insultos a un lado o vete.
-¿Qué me valla? -resopló divertida-. Quiero saberlo todo -me tomó de la mano y nos dirigimos a la sala para sentarnos-. ¿Ya tuviste sexo con él?
-¿Qué dices? -asustada, me puse de pie, pero ella me jaló del brazo para volver a sentarme.
-Es una pregunta sencilla.
-Claro que no lo es -bajé la mirada.
-Por favor no ... -expresó-. Al menos dime que ya te besó.
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Aitana al acecho
Teen FictionAitana creyó que espiar a su vecino no era un crimen y, en cierto punto, no lo era ... No era un crimen hasta que en verdad se volvió uno. Una linda pesadilla de la cual debía despertar antes de que todo se fuera al demonio.