Instinto de segunda mano

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A Oscar le resultó difícil conciliar el sueño después de que su padre lo sacara de la cama a medianoche y, cargándolo en brazos, lo incorporara en el asiento trasero del coche

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A Oscar le resultó difícil conciliar el sueño después de que su padre lo sacara de la cama a medianoche y, cargándolo en brazos, lo incorporara en el asiento trasero del coche. Aprisa le ajustó el cinturón de seguridad en tanto le decía con notable nerviosismo: «No pasa nada, hijo», «sigue durmiendo». Una vez hecho, corrió a tomar el volante. Rugió el motor y los faros se encendieron con la misma circunferencia de la luna, que los siguió sobre estrechos callejones hasta salir de la ciudad.

Lo que Oscar recordaba de esas horas en la carretera era la sensación de ser las únicas luces recorriendo un camino hacia lo desconocido. El silencio los acompañaba. No había música lo cual lo hacía aún más extraño, pues su padre acostumbraba tener la radio a todo volumen sin importar la ocasión. El retrovisor enmarcaba sus ojos pensativos, tan lejanos de sí mismo, cargados con una certeza de que sus vidas tomarían un rumbo diferente a como él la había imaginado.

—¿A dónde vamos, papá?

Su vocecita expulsó al hombre de su ensimismamiento.

—Vamos a visitar un lugar muy chulo. Era una sorpresa que quería darte.

—¿Cuánto falta?

—Ya casi. Duerme y verás que cuando despiertes habremos llegado como arte de magia.





****





Cuatro años después:

—¡Anota esto, hijo, un nuevo récord ha sucedido hoy!

Dejó caer sobre el mostrador del comedor un pez de aletas doradas. Oscar lo midió con sus dedos. Hizo un chasquido desaprobatorio con la boca.

—¿Un nuevo récord en qué, papá? ¿En el tiempo que te tomó pescarlo o que tendremos..., a ver, cinco días comiendo lo mismo?

—No te pases de listo, eh. Esta noche saldré para abastecer la despensa —se quedó mirando al muchacho por un momento—. Rayos, desearía poder decir que te pareces a mí, pero mírate, eres el clon de tu madre. Es cierto que tienes mis ojos, mi nariz y es claro que tendrás mi estatura, pero lo que hay dentro de ti es tu mamá. Tienes ocho a...

—Casi nueve.

—...y mides la vida con mucha seriedad. ¿Cuántos libros ya has leído? —apuntó el que tenía su hijo en la mano—. Y todos son biografías de gente que ya nadie recuerda, expedientes de yo qué sé, la tiranía del socialismo y hechos científicos de moléculas diatómicas. Ni siquiera te atreves a tocar esos cuentos para niños de tu edad.

—Esos los he leído también. Algunos dos veces y esto... —blandió el pequeño libro—, es lo único que queda en la biblioteca. 'La psicología de una mente estancada' y ya estoy por terminarlo. Es una porquería como ese pescado que comeremos hoy.

Oasis NocturnoWhere stories live. Discover now