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Jimin no se consideraba el mejor cocinero del mundo, todo lo que preparaba era básico, la mayoría almuerzos para llenar su estómago y funcionar bien a lo largo del día. Su especialidad era el arroz con huevo, también era bueno preparando sopas que no llevaban muchos ingredientes. En sí, lo que hacía era sabroso porque se había especializado en ello. Tal vez podía hacer pocas cosas, pero las hacía bien.

Aprender una nueva receta estaba siendo complejo, pero no imposible. Jamás se rendiría y haría la bendita tarta de manzana justo como Jungkook la quería. Agradecía que las personas pusieran las instrucciones de manera tan exacta, porque así no tenía manera de equivocarse. Tenía todos los ingredientes esparcidos en la mesa de la cocina, usaba un delantal que había venido de regalo en un set de cuchillos, y una gorra en su cabello para evitar cualquier catástrofe. Jamás se había visto más profesional como en ese momento.

Antes de proceder con la receta, había visitado el restaurante donde estaba la tarta que le fascinaba a Jungkook en la mañana. Tuvo muchísima vergüenza, eso no podía negarlo, pero sus piernas se movían solas y soltaba palabras con su boca que seguía sin poder procesar en su cabeza.

Visitó el restaurante esperando hablar con alguna de las personas que estaban en la cocina. Decidió ir lo más temprano posible, cosa de que no tuvieran muchos clientes, y pudo charlar con el chico que se encargaba de los postres, quien de hecho era hermano de su psicólogo, y un bonito hombre dentro de todo lo que cabía.

Aprendió su nombre, se llamaba Dante y había estudiado gastronomía, pero prefería seguir en ese restaurante porque no le causaba el mismo nivel de ansiedad como sitios más grandes. Era tan hermoso como su hermano, con unos ojos azules profundos y cabello levemente rizado, que llevaba amarrado y escondido el tiempo que estaba encerrado en la cocina.

Cuando hablaron, notó que el acento de Dante era muchísimo más marcado que el de su psicólogo, cosa que le llamó la atención y que le hizo distraerse el 60% de la conversación, pero al menos alcanzó a escuchar lo más importante.

Le dio un par de consejos, fue muy amable y preciso. Explicaba las cosas de tal manera que era fácil entenderle, movía sus manos e incluso le hizo un dibujo para enseñarle cómo debían de quedar ciertas cosas.

Jimin no se arrepentía de haber visitado el restaurante para saber los secretos de una receta. Era su primera vez haciendo tamaña locura, porque para él aprender algo nuevo y desenvolverse era una situación adrenalínica. Nunca antes había intentado caerle bien a una de sus citas, sentía que era suficiente con su sola presencia y que debían de agradecer de que no se quejara a medida que transcurría el tiempo.

Entendía por qué decían que el amor hacía cambiar tanto a las personas. Ahora estaba intentando hacer de todo para crear más excusas y así pasar mucho tiempo al lado de Jungkook.

Encontró en la televisión un programa donde varios cocineros tenían que dar lo mejor de sí mismos para preparar el mejor postre. Mientras terminaba la tarta, escuchaba y miraba sin enfocarse demasiado en la televisión, pero por lo que alcanzó a captar, estaban unas 7 horas cocinando y casi siempre apenas llegaban a cumplir con el tiempo. Se preguntó entonces si estaba haciéndolo bien, porque definitivamente terminaría muchísimo más rápido lo que estaba haciendo.

Tenía la cara sucia y no dejaba de tirar cosas mientras se desplazaba por su cocina. Era el caos hecho persona, pero al menos la preparación marchaba bien. Utilizó las medidas perfectas, tenía el cronómetro de su celular en uso e incluso usaba el termómetro para asegurarse de que la temperatura fuera la indicada en la receta. ¿Cómo era que Dante podía trabajar bajo presión?, sabía que había estudiado, pero no podía imaginar a alguien enfocándose en varias cosas a la vez.

RAPSODIA EN AZUL 青 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora