IV

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-Primero entro yo y después tú, ¿Entendido? -me dijo Steve, bajando la voz y haciendo equilibrios para no caerse del alféizar de su propia ventana.

-A sus órdenes capitán -le contesté, haciendo un saludo militar y haciendo todos los esfuerzos posibles para no pensar a la considerable altura a la que nos encontrábamos.

Este negó y abrió la venta reprimiendo una sonrisa. Tras unos instantes de silencio cargados con algo de tensión, empezó a entrar sigilosamente a través de esta. Cuando finalmente estuvo dentro dio un par de pasos al interior, para un poco después hacerme un gesto con el que me indicaba que podía entrar.

Yo intenté dar un paso, dispuesta a acatar su orden, pero cuando lo intenté algo tiró de mí hacia atrás. Al darme la vuelta me encontré con que mi pantalón se había enganchado con una parte de alambre sobresaliente, y sin perder tiempo me agaché para desengancharlo.

Al dar un par de tirones me tambaleé y casi me caigo de aquel inestable sitio, por lo que llegué a la conclusión de que yo solo no iba a poder hacerlo sola, así que me giré hacia la ventana para pedirle algo de ayuda a Steve. Pero, muy a mi favor, él ya no estaba allí.

-Mierda -murmuré

Apreté los labios y me agaché, sabiendo que si fuera necesario iba a romper el pantalón para salir de allí. Pero, penosamente, y gracias a mi gran falta de coordinación al intentar agacharme de nuevo, mi pie trastabilló hacia atrás y caí hacia la carretera.

Tuve suerte y conseguí agarrarme a una tubería antes de estrellarme contra la nada... Aunque realmente no sería la nada, sería el suelo, la carretera específicamente.

Una gran y necesaria aclaración, gracias.

De nada, para eso estamos.

En esos momentos no tuve mejor idea que tomar mi anillo del bolsillo, donde lo había guardado tras la última vez e intentar ponérmelo con la única mano libre que tenía, lo cual, fortuitamente dio resultado.

Ahora solamente tenía que soltarme y hacer un portal esperando que se abriera antes de acabar tirada en la carretera, fácil. Excepto por la parte de tener que soltarme y confiar... Y por la de hacer un portal en el aire, claro.

Suspiré y por primera vez desde que me había subido miré hacia abajo, viendo que debía de estar a unos quince metros de altura, lo cual intenté ignorar, ya que me parecía una auténtica barbaridad.

Pero pensando en positivo era aún más tiempo el que tenía. Tras valorar más opciones me di cuenta de que esa era la más cuerda, por lo que tomé impulso y di una voltereta para empezar a caer.

En el mismo momento que noté como mis manos se deshacian del agarre que me había estado aguantando durante los últimos minutos, me apresuré a empezar con la tarea que me suponía dibujar círculos en el aire con los dedos hasta que uno de oro que me transportará al interior de la habitación de Steve.

Por suerte, esto pasó en el momento antes de sentir como chocaba contra la acera, por lo que sentí que me chocaba contra un suelo cubierto por una cómoda alfombra que me sentó como si fuera una piedra.

- ¿Eso es lo que somos? -la conversación dejó de fluir a la vez que yo terminaba de caer dentro de la habitación.

Las dos personas que ocupaban la estancia posaron su mirada en mí, uno desconcertado y el otro alertado. La primera era de Steve, y la segunda era de un hombre de color con un parche que vestía de negro. Estaba apuntó de hablar cuando unos disparos deshicieron el silencio que se había creado tras mi descenso.

Estos le dieron de lleno al segundo hombre, el cual cayó de bruces al suelo. Al ver esto, el capitán se apresuró a apartarlo de todas las ventanas y puertas, aislándolo en un punto de la habitación con él. Después de presenciar esa escena no tardé mucho en deducir que aquel hombre debía de ser un aliado.

Until the stars fall -Bucky BarnesWhere stories live. Discover now