III

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Él se me quedo mirando por unos segundos.

- ¿Qué tal si mejor vamos a mi casa y me lo cuentas allí? -miré a mi alrededor extrañada.

Estábamos en un salón blanco con un par de sofás y una especie de pantalla negra. No era como me imaginaba la casa de Steve ni de lejos, pero si no estábamos en su casa, entonces ¿Dónde estábamos? 

- ¿Esta no es tu casa? -le pregunté, aún sabiendo lo obvia que era la respuesta.

-No lo es, -sonrió -por eso te estoy sugiriendo ir a ella. -asentí mientras seguía mirando a mis alrededores, curiosa, ¿dónde estaba? Ahora que me fijaba mejor podría ser una especie de... hospital. Estaba a punto de comentarlo cuando él volvió a hablar -Espero que no te moleste ir en moto.

- ¿Moto? - ¿Qué era eso? ¿Un coche que va por debajo de la tierra o algo así? Porque si era eso lo más posible era que me mareara.

-Olvidaba que no vives en esta época -se río él a la vez que tomaba su chaqueta y me hacía un gesto para que lo siguiera. Al pasar por una pequeña puerta blanca comprobé que tenía razón. Estábamos en un hospital -Todavía no me creo que estés aquí.

- ¿Es una noticia buena o mala? -me burlé a la vez que observaba como toda la gente se giraba a nuestro paso.

-Depende del trato con el demonio que hayas hecho para llegar -contestó a la vez que me abría la puerta de salida.

Puse los ojos en blanco a la vez que una sonrisa ladeada y le seguí para encontrarme rodeada de extraños y demasiado altos edificios. Tuve que darme un par de vueltas y esquivar a unas cuantas personas hasta finalmente poder salir de mi asombro.

-Wow. 

Steve, que había seguido su camino hacia lo que supongo que eran los aparcamientos, dejo de andar al notar mi parada y se giró para encontrarme mirando todo a mi alrededor con un asombro que le debió resultar divertido, ya que en cuanto fijó su mirada en mí soltó una pequeña carcajada. Lo que no fue un impedimento para que mi mirada cayera en un pequeño carrito donde había un señor vendiendo algodón de azúcar.

Flashback

-Me han ascendido -comentó mi hermano, con una sonrisa algo forzada, a la vez que me daba el algodón de azúcar que le había obligado a comprarme.

Iba a tomar el primer trozo cuando él me interrumpió, revelando por fin que le había hecho dejar los campos de batalla y venir a casa.

-Eso es genial, ¿no? -le sonreí, intentando pensar en  lo positivo del asunto y no en que tendría aún más papeletas para morir en combate.

Creo que lo de pensar en positivo no es exactamente así.

Déjame.

-Lo es, mañana pasaré un par de pruebas físicas para que comprueben que soy apto -me contestó mientras miraba a una chica que escribía algo a lo lejos. Pero no me pareció escuchar ninguna emoción en su voz, lo que se me hizo extraño, ¿Ascender no era lo que había querido desde un principio?

Yo tomé un trozo del algodón y me lo metí en la boca, haciéndole un gesto para que siguiera hablando mientras yo disfrutaba del dulce sabor que me había inundado el paladar. Si no le emocionaba era porque algo malo pasaba, y por lo tanto, era de lo que me querría hablar.

-El problema es que también me harán pruebas de tiro -dijo, atento a mi reacción, la cual fue seguir comiendo algodón de azúcar mientras razonaba el porque de esa desilusión.

A mi queridísimo hermano nunca se le había dado bien el tiro, y cuando digo que no se le había dado bien me refiero a que no conseguía acertar a un objetivo que estuviera a menos de dos metros. Todo lo contrarío a mí.

Until the stars fall -Bucky BarnesWhere stories live. Discover now