—¿Hacías teatro o algo así? —preguntó, tiritando un poco mientras su temperatura se regulaba.

—Sí, mi padre trabajaba en el teatro —dijo cabizbajo—. Estuve ayudándolo hasta hace pocos meses...

—¿Trabajas? ¿Qué edad tienes? —se sorprendió.

Taehyung giró un poco su rostro para observar el delicado perfil de Jimin. Estaban tan pegados el uno al otro que varias de las hebras de ambos cabellos se enredaban entre sí. La expresión de aquel de tiernas mejillas no transmitía nada bueno, así que temió haber hecho una pregunta inadecuada.

—No, solo ayudaba a mi padre —respondió, sonriendo con pesar—. Tengo dieciséis años.

—¡Yo también! —exclamó.

Ambas miradas se conectaron por un momento, confundidos por lo ridícula que era la situación. Seguramente se encontraban en un lugar peligroso, a punto de ser despojados de todo derecho como seres humanos, pero allí estaban..., hablando como dos amigos en un café luego de tanto tiempo sin verse.

—¡Jimin!

Un calor abrasador recorrió todo su cuerpo y dio un respingo en su lugar, asustado por la mirada aguda que conectaba con la suya, pero de inmediato se relajó al darse cuenta de que era su propio reflejo lo que contemplaba. ¿Alivio? No, claro que no. Por un momento deseó regresar a ese efímero sueño donde la cálida voz de Taehyung lo trataba con cariño, donde todavía no conocía su destino y se acurrucaba entre los brazos ajenos para sentir la calidez de su cuerpo y su respiración golpeando la coronilla de su cabeza.

Los recuerdos dolían como gruesas agujas sobre su piel, pues se encontró a sí mismo frente al tocador de maquillaje —uno igual al de aquel día—, iluminado por las varias luces blancas que dejaban ver, incluso con ese maquillaje, cada detalle de su rostro hecho trizas: la morada comisura de su boca hinchada, con costras de sangre seca que se notaban a simple vista; los tonos violáceos en su mejilla y su pómulo; y los rasguños cicatrizando en su cuello.

—Madame Irina, please think about it.

La voz de su amigo europeo, Daniel, resonó en sus oídos en un idioma que desconocía, pero que reconocía como inglés; se escuchaba lejana a pesar de que la distancia entre ellos no era de más de dos metros. Frunció su ceño mientras unos filosos destellos de dolor llegaban a su cuerpo y se percató de que las vendas en su mano estaban un poco sueltas otra vez. Lo único que lo salvaba de ese infierno en momentos así eran los fuertes estupefacientes que, irónicamente, sí les dejaban consumir a diferencia de algo tan vital como la comida. En verdad, su salud importaba poco y nada dentro de esa inmundicia de lugar; todavía no entendía cómo había logrado sobrevivir allí por tanto tiempo.

—There's nothing to think about. He can walk, right? Then he can work.

Con sus ojos vagó por la superficie de aquel mueble y se detuvo atento a los cigarros de hierba armados a medio fumar, a las botellas de alcohol casi vacías y las pastillas esparcidas por toda la extensión de la mesa. No quería escuchar la discusión que acontecía en su presencia, sobre todo porque Daniel, a pesar de haber estado junto con él ya por cinco años, recién cumplidos de hecho, no quería dar su brazo a torcer, nunca se rendía, aunque ya sabía cómo terminarían las cosas. No necesitaba entender el idioma para darse cuenta de lo que estaban hablando.

—How can you say such a thing knowing that that monster broke two of his fingers just two days ago!?

—Shut the fuck up —respondió—. ¿Por qué mierda crees que lo que opina un puto me va a importar? Alguien pidió por él, ¡debe moverse!

Toy [장난감] • KookMin (+18)Where stories live. Discover now