Desahogo; 17 - Even [+18]

14 0 0
                                    

Cuando se marcha, mis iris pierden brillo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando se marcha, mis iris pierden brillo.

Estoy sobre la cama con las piernas cruzadas, con la vista en el plato ya escaso de comida. Fue un sinsentido cancelar todo lo que íbamos a hacer Iván y yo en la cama solo para que me alimente: ni siquiera siento que la energía haya vuelto a mí. Me encuentro igual de miserable e irritado que antes, o incluso peor. Bueno, en realidad no es una cuestión tan profunda: sencillamente no le gusto. Nunca quiso estar conmigo, y me importa una mierda.

Óliver se sienta con rapidez cerca de mí. Le dedico una mirada de rabia pura, pero parece no inmutarse en lo absoluto. Chasqueo la lengua, sintiendo desinterés por todo, incluidos los trozos de lechuga, pollo y papa que se quedaron sin terminar. Apoyo mi espalda en el respaldo de la cama y dejo el plato en la mesita de al lado.

—¿Qué te parecieron las galletas de antes? —intenta iniciar sin éxito una conversación.

Desvío los ojos, cansado. Me interroga con respecto a las galletas porque sabe que aparentemente la ensalada no me gustó.

—Estaban feas —miento en volumen bajo. Estuvieron bien, pero no le voy a dar el gusto de hacérselo saber. Y menos entendiendo que no le interesa si me gustan sus preparaciones o no; sus preguntas son de cortesía. Lo sé porque su expresión contenta no cambia para nada—… Fue asqueroso tratar de comerlas —insisto, intentando que me crea un poco. No hace ningún efecto, simplemente se mantiene inmóvil, acechándome con esos iris marrones. Incómodo—… ¿Qué quieres, puto raro?

—Estoy esperando que me digas algo sincero.

Entrecierro los párpados de inmediato, con una mezcla de asombro y vergüenza. Borro ambas emociones en seguida y pienso en otra forma de ser repugnante:

—¿De qué te sirve? —discuto—. ¿Te importa lo que opinen los demás? Ni que te las haya pedido.

Bosteza ampliamente en frente de mí, como si quisiera decirme algo con ese gesto.

—Te las di para que las comas, por lo que es coherente que me interese tu parecer… —Suspira, demostrando fastidio en el rostro. Me encojo de hombros—… Por cierto, es curioso que justamente tú preguntes eso. A ti no te importa lo que piense la gente, ¿no?

Añado nerviosismo a mi altanería. Trato de relajarme en pocos instantes, pero mi ansiedad queda retratada en la velocidad de mis palabras:

—No. Nunca me interesó. Hago lo que quiero.

—Venga, ¿cómo puedes soltar estas cosas y quedarte tan ancho?

—¿De qué mierda estás hablando? —exclamo entre dientes.

—Agh… —Espira y guarda silencio, queriendo acomodar sus ideas. Mis ojos están inyectados en fuego. Este imbécil cree que puede… hacerme pasar por esta conversación—… Dime: ¿por qué no has salido del closet?

Iván & Even: Nuestro eterno error Donde viven las historias. Descúbrelo ahora