La excentricidad de Benito; 04 - Iván

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—¿Estás enojado, triste, fastidiado

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—¿Estás enojado, triste, fastidiado...? —insiste Math cruzando los brazos y aproximándose a mí, con su típica expresión de indiferencia.

Estoy sentado en la cama de su habitación mientras ignoro sus ojos. Nos hemos juntado aquí luego de despedir a Bruno y Alejandro y dejar que Even se marche con ese crío.

—No —digo, con los brazos cruzados también.

—Algo te pasa. Lee tus apuntes de universidad y estarás como nuevo —suelta con una sonrisa burlona.

Lo miro arqueando la ceja, como pidiendo explicaciones ante semejante bobada. Entonces el pelinegro libera una risa serena y revisa las estanterías de la habitación, buscando algo, al parecer.

Veo desde el cuarto que la puerta de la sala se abre, dejando ver a una voluptuosa rubia de cabello hasta los hombros. Lleva dos bolsas de supermercado que dejan ver la silueta de alimentos enlatados, empaques de arroz, chucherías, papel higiénico y más.

—Perdón por dejarlos solos, hoy era mi turno —habla Samanta acercándose a la mesa redonda a dejar la mercadería.

En seguida corre al refrigerador y saca tres latas de cerveza, para luego caminar hacia mí y hacer que atrape una. Hace lo mismo con su hermano.

—Oh, eso saldrá mal... —Math estaba a punto de prender un cigarro de marihuana, pero recuerda que no es tan buena idea combinar ambos. Los hermanos dejan la lata en la mesa ratona y optan por lo otro, mientras yo elijo la cerveza. El pelinegro también ha sacado un pequeño altavoz, conectado a su teléfono por Bluetooth—... ¿Qué escuchamos? —pregunta, retóricamente en realidad.

—Me la suda —digo agotado, con la cabeza contra la pared, antes de dar un sorbo de alcohol.

—Pon algo movido —responde la rubia estirando los brazos hacia arriba, de forma que amontona su gran pecho y cumple el cometido de llamar mi atención.

Se sienta mi lado.

—A sus órdenes.

Siento un tambaleo de nervios después de que Math pulsa el botón y acrecenta el volumen. Chasqueo la lengua, indignado.

—¿Y eso? —alzo mi tono en su dirección. La voz de NoG causa terremotos en mis oídos y Math, sabiéndolo, apenas puede reprimir su risa traviesa. Me ignora por completo—. Quítalo, es insoportable.

—¿Sabes, Iv? Odiar el reguetón ya pasó de moda —ríe con su mirada fija en mí, seguro de sí mismo.

—Lo sé, no es eso.

Bajo la vista cuando noto que lentamente se acerca a mí. Me siento acechado.

—¿Entonces? —dice, casi amenazante, con su cara en frente de la mía. Al principio pienso que no es más que un juego irónico, pero nunca creí que se fuese a volver un interrogatorio—. ¿Qué sucede, entonces?

Iván & Even: Nuestro eterno error Место, где живут истории. Откройте их для себя