Falsas intenciones; 09 - Even

17 0 6
                                    

Acabamos de terminar nuestro almuerzo en el restaurante y de pagar al mesero, al cual creo que sí sonreí

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Acabamos de terminar nuestro almuerzo en el restaurante y de pagar al mesero, al cual creo que sí sonreí. La tarde sigue nublada.

—¿Me acompañas a la parada de autobús? —pregunta Óliver después de acomodar su mochila en la espalda y pararse.

—¿Para qué?

—Para ir a la escuela, ¿para qué va a ser?

—¿No es tarde ya?

Me pongo de pie.

—Siempre es tarde.

Me guiña el ojo con una sonrisa. Arqueo una ceja sin entender; aunque, no es como que lo intentara. Me quito el pelo de la cara y veo el cielo, tan desalentador como en toda la semana.

—El día está horrible. En tu lugar, no iría.

—¡Ay! Qué irresponsable —ironiza—. El agüita no quema, eh.

—Enferma. Además…, —Escarbo en mis sospechas, un poco avergonzado ante la idea de equivocarme en mi siguiente enunciado. Lo apunto con el dedo—…, tú eres un estudiante fatal. Es así, ¿no?

Inconscientemente, comienzo a caminar con él.

—Emh… Quizás, pero nunca he recursado un año —titubea. Tiene un semblante travieso que me saca de quicio, como si estuviera jugando conmigo—. ¿Y tú…?

—Te importa una mierda.

Es obvio que me va a preguntar acerca de mis estudios, y hablar de eso me fastidia un montón. Mi cabello sigue estorbando, el entrometido se carcajea y me exaspera aun más.

—Eres el repetidor más repetidor del mundo, ¿no?

—No, solo… una o dos veces. No sé. —Mi rostro se enrojece de la inexplicable molestia. Es una emoción que se libera explosivamente, como si todo este tiempo se hubiera estado reteniendo—. Digo…

Otra vez el pelo de mierda en mi vista. Gruño. Óliver se da cuenta y tiene el atrevimiento de reírse de mí. Agacho la cabeza. De mí…

—Oye, Evie —dice con una sombra de gracia en la voz.

Lo escucho voltear su mochila, sin embargo, el apodo es el colmo. No me importa lo que esté haciendo.

—¿¡Qué quieres?! ¡Vuelves a llamarme así y te rompo la cara!

Él está buscando algo en su mochila; se detiene cuando me oye. Abre bien los ojos y parpadea muchas veces, indeciso o atónito. Lo que empeora todo es que, pasados unos segundos, noto que ni siquiera está intimidado. No sé qué pasa por su mente en este momento, pero deja de caminar y mantiene su mirada baja. Yo también. Si pretende hacerme sentir mal, está equivocado. Él se lo buscó, ¿no? Todo este tiempo se lo estuvo buscando.

Finalmente esboza una sonrisa. Una benevolente. ¿Bromea? Lo mínimo que esperaba era que se vaya y aun así, lo que hace es sonreír y seguir buscando “eso”. De pronto, parece haber hallado algo. Me mira sin borrar su amable expresión.

Iván & Even: Nuestro eterno error Where stories live. Discover now