Consultas inesperadas; 10 - Iván

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Me siento en el escritorio cerca de las nueve y media: Tarde

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Me siento en el escritorio cerca de las nueve y media: Tarde. Esta es la mañana en la que desperté con Greseth a mi lado, y decir que no quería despegarme de él es un exceso de sinceridad. Creo que su cara en aquel estado de sueño solo podía describirse con la palabra «angelical», así que dejar de mirarlo era un reto para mi voluntad. Saber que no volveré a estar con Even me molesta. Digo: ¿quién no querría tenerlo como compañero de cama? No me parece un pensamiento muy intrusivo ni íntimo; que me guste acostarme con él es intrascendente para mí.

Como sea, el padre del alumno indomable de primer año está sentado en frente de mí con los brazos cruzados y un rostro duro: no se nota muy contento con la idea de que «le explique cómo educar a su hijo» ni con que yo haya llegado tarde a la reunión. Reviso el informe del niño en el ordenador portátil y el plan de asesoramiento parental que he escrito ayer en la mañana. Al muchacho no le interesa mucho saber acerca de la reproducción asexual de los tubérculos y los bulbos, así que se pasa la hora garabateando bocetos en la hoja en la que deberían figurar las respuestas de las ocho preguntas de Ciencias Naturales. Sus calificaciones rozan la nula puntuación, por lo que estamos ante un problema queramos o no.

—Estamos seguros de que él es muy listo; debe existir una equivocación garrafal. Ya le hemos restringido el uso del teléfono para lograr remediar la situación; sin embargo, no mejora —repite el señor con un semblante antipático—. Así que creímos que lo mejor sería comunicarnos con usted, doctor.

Me acomodo los lentes y esbozo una sonrisa: la palabra «doctor» me sonrosa. Miro al señor a los ojos y doy comienzo al pequeño plan de acción que había especificado.

—¿El joven lleva presentando estas conductas desde el nivel primario? —quiero cerciorarme.

—¡Para nada! Mi niño fue un estudiante espléndido en la primaria. ¡Esto ha comenzado aquí!

Aprieto los labios e ignoro el intento de acusación. El menor ha alcanzado altas puntuaciones en materias de naturaleza kinestésica, lógica y artística, mientras que las asignaturas naturales y socioculturales están por los suelos. Obviamente, estamos frente a un caso común de inteligencias concentradas y se puede asegurar que no se trata de un simple muchacho perezoso.

—¿Ha intentado preguntarle por qué se negó a hacer los deberes y actividades?

—¡Por supuesto! ¿Y sabe cuál fue su respuesta? ¡Que «no iba a perder más tiempo de su vida calcando oraciones de un tonto libro de Sociales»! ¿Lo puede creer?

Entrecierro los ojos debido al incómodo impacto.

—¿Le dijo eso a usted?

—¡Así mismo!

Doy un respiro profundo y le explico que intentaremos adecuar las enseñanzas del profesorado a las necesidades del estudiante, pero que el apoyo en casa forma parte del cincuenta por ciento de la ayuda. En una segunda revisión cronológica, he avistado que el retiro del teléfono no ha hecho más que empeorar increíblemente el desempeño del alumno, por lo que es imprescindible recomendarle al padre que retracte el castigo en seguida. Hay opciones más factibles y menos violentas.

Iván & Even: Nuestro eterno error Where stories live. Discover now