Hunter levanta las manos, tan descolocado como aterrado.

—Pisamos tierras mágicas, en lo que me digan pondré mi fe.

Vuelvo a sentirme protegida por la tibieza de un abrazo provisto por Hera. El gris del cielo a cualquiera le bajaría los ánimos, pero los colores de las flores y la eufonía de los pájaros hacen del abrazo una experiencia de grata pertenencia.

Hera no es de las que se desviven por demostrar cariño con gestos, cuando ocurre, en casos tan excepcionales, sientes que te consagra con una especia de tesoro invaluable, sobre todo como ahora, obligada a retraer las lágrimas y sorber aire por la nariz cuando Hunter se nos une.

Un abrazo de tres más tres.

Si tan solo...

Corto la línea del pensamiento intrusivo, la caricia de Eros a mi nuca acaba despejando la punzante memoria inyectada de dolor.

—Felicidades, aún no asimilo que sabré lo se siente ser tía, un bebé de mi hermano y mi mejor amiga—la risa que Hera profiere mantiene a raya la tierna emoción de su voz—. Jäger, acércate mi vida, saluda.

Las pequeñas manos del niño se posan en mi abdomen curvo un instante por orden de su madre, no entiende que ocurre, así que tan sigiloso que cumple, se aparta.

Jäger es tan hermético como Helsen, parece que todo le da igual y nos alegra la vida con su voz las veces estrictamente necesarias, como esas que necesita ayuda para cualquier actividad y lo hace de mala gana, a bufidos, porque no le agrada requerirlo.

Aunque luzca como una copia exacta de su padre en versión infantil, cabello espeso tan negro como internarse al bosque en una noche sin luna y ojos azules oscuros con destellos amarillentos, sus maneras reservadas y taciturnas son heredadas del lado materno.

—Estoy feliz por ti, por ustedes—Hunter deja dulce un beso en mi cabeza—. ¿Ya saben qué es?

—Aún falta para eso—contesto, mi voz afligida no pasa desapercibida—, como dos meses.

Su mirada cristalina rebota de Eros a mí.

—¿Y qué creen que sea?

—Niña.

Blanqueo los ojos.

—Un dragón. Pues no sé, no lo he pensado—apunto a Eros con un dedo—, y tú deja de decir niña, vas a estar decepcionado si no es así.

Una risa se alza en sus labios.

—Soy experto en esto, sé que es niña, confía en mí.

Retuerzo los labios, el enojo me infla el pecho de ardor.

—Supongo que debes tener una armada de mujeres embarazadas por ahí para estar tan seguro—espeto y su risa condescendiente se amortigua con la tela del gorro cuando me besa la cima de la cabeza.

Cuando la brisa azota mi cabello con fiereza y tiemblo de acuerdo a sus gélidos intereses, la calidez a mi espalda me llama a gritos desesperados.

—Yo siento que será niño y se llamará Hunter II, ¿qué dices tú?—Jäger el silencioso niño avispado asiente firme—. Eso es, ¿Dónde está el vino de celebración? Lo que veo son flores y más flores.

—Adentro, ¿a qué no adivinas qué compré?

Lo piensa un segundo.

—¿Marihuana?

—¡Hunter!

Hera le envía una solemne reprimenda con la mirada, mientras le cubre las orejas a su niño.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now