"According to the Plan"

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Advertencia: mención de abuso sexual, no se detalla.



Diciembre veinticuatro...

 

            El fuerte olor a humedad le hizo arrugar el cariz. Le recordó a esa visita que le pegó a su hermano en prisión, el pasillo desolado y lúgubre, los olores nauseabundos, la falta de tonos que aluden a la vida, la escasa iluminación.

Hera se armó de paciencia y acato a sí misma, a lo que estructuró y aprendió al pie de su letra esos meses, antes de escribirle un sencillo mensaje a Jamie desde un celular desechable, pidiéndole encontrarse en esa ratonera inmunda, a las afueras de la ciudad, donde la ley era un sueño para los desafortunados, pero una pesadilla cuando se dignaba aparecer.

Se escabulló de casa con la excusa de encontrarse con Guida, la chica de largo cabello castaño fue por ella, pero la dejó vestida como una persona distinta en la terminal de buses. No hizo muchas preguntas, sabía que Hera no las contestaría.

'Ven por mí a la medianoche' le pidió, Guida, dudando, le dejó su número escrito en un papel, en caso de que el celular ya no tuviese batería. Y se fue.

En ese sitio, Jamie la recogió.

Ella, repitiendo su mantra unas millones de veces, pudo recibirle con besos que al muchacho le dejaron perplejo.

No es él y no soy yo, esto es un mal sueño y pronto despertaré.  

Jamie sabía que aquello pasaría, Hera lo amaba, solo tenía que darle espacio para que comprendiera que nadie le daría lo que él sí. Amor, lealtad y compromiso. A fin de cuentas, no hay nada que Jamie no haría por ella, por su muñeca.

En muchas ocasiones estuvo a nada de tomar un vuelo a París a clavarle una navaja a Maxwell en el cuello, Jamie ciertamente tenía algo de poder en Alemania, pero sus redes perdían sintonía en la frontera. En Francia no conocía a nadie y Maximiliam podía ser un imbécil en toda la regla, pero no haría nada que atente contra su hermano.

Jamie tuvo que tragarse su orgullo herido, el dolor de pensar cada segundo del día a su Hera, conviviendo con otro que no era él.

Eso Hera lo sabía, su manera de cuidar de Maxwell, era, irónicamente, manteniéndole cerca.

Ese primer encuentro fue extenso, a Hera le costó semanas adaptar los engranajes en su cabeza para apagar los sentidos en cuanto ocurriese, porque no sería sencillo.

Se quitó la gabardina negra, el gorro del mismo color, soltando sus delgadas trenzas rubias. Examinó la habitación, retrajo la mueca de asco al visualizar la cama, no quería ni pensar cuantas bacterias le habitaban y las que ellos dejarían.

—No esperaba tu mensaje.

Hera volteó a verle y, bajo la tenue luz amarillenta del bombillo colgando sobre su cabeza, pudo notar lo ojeroso y desaliñado que se encontraba. Su cabello más largo de lo usual le rozaba los hombros y la resequedad de su boca era tan notoria como los finos vellos de su barba.

Ella no creía que fuese el mismo chico del que se enamoró ese verano, pero ella tampoco se identificaba como esa Hera.

No contestó, el fluir del llanto le ganó y para evitar una ronda de explicaciones, saltó a sus brazos, buscando con fingida desesperación su boca.

Él más que sorprendido, se sintió gigante y poderoso, la tenía justo donde y como la quería, débil y dispuesta contra su pecho y boca.

'Me duele, mi periodo está por bajar pronto' le mintió ella cuando él trató de meterse sus pechos a la boca. 'Estoy ovulando, no te gustará' le detuvo cuando siguió bajando.

The Right Way #2 Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt