EN LA OSCURIDAD

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"¿Por qué no te puedo matar!, ¡Quiero matarte! ¡Quiero irme de aquí! ¡Quiero que desaparezcas! ¿Quién eres?... ¡No te tengo miedo! ¡Yo, la calamidad de los cielos, Alfa y Omega, Vida y Muerte, no te tengo miedo! ¡Soy el Principio y el Fin... la Calamidad de los Cielos! ¡Verás todo mi poder!"

La Antigua Amenaza no había previsto que las cosas siguieran este camino. No contaba con experimentar el terror que sentía... ese Todo que se formó justo cuando pensó haber matado a la niña... justo cuando volvió. Siempre disfrutó provocando miedo en otros seres, pero toda esa superioridad desaparecía si ella también se volvía presa de él. Ese miedo la devoraba célula a célula como el microorganismo del viejo doctor. Y no podía deshacerse de él. Todo por culpa de la niña... el organismo y el miedo... ¡TODO CULPA SUYA! ¡El miedo solo desaparecería si la mataba a ella también!

Los humanos sentían un terror indomable a lo desconocido, y la mayoría de todo él carecía de sentido. Miedo a lo que no existía, miedo a la inseguridad de la existencia. Cuando más viejos, menos miedo comenzaban a sentir, quizá por la proximidad de la muerte en su corta existencia. ¿A cuántos de ellos vio esperarla con los brazos abiertos esperando un final feliz a una existencia llena de miseria, de rechazo, desengaño e instrascendencia? La negación de la muerte, animando fantasías de desesperados, le había dado presas fáciles durante milenios. Una promesa de paz. El cierre del círculo. El amor recíproco y la amistad eterna que te libre del enorme cúmulo de complejos andantes que eres. Buscan la aceptación con tanta vehemencia que incluso aceptan, conscientes de la mentira, la muerte propia, el desmembramiento del cuerpo. Y, al arrebatarles la vida, serenan, recuperando la consciencia perdida al no atreverse a dar el paso por sí mismos. Se abandonan a su destino inevitable, su catarsis personal. Ser parte de mí.

Pero esta niña no.

Esta niña me va a matar.

La Antigua Amenaza sabía lo que era la muerte pero no concibió la suya propia en ningún momento. Era joven. Muy joven. Tan joven que tan solo vivió varios cataclismos planetarios desde los choques planetesimales que formaron el planeta. Pero la muerte para la gente pequeña era un concepto traumático aún cuando era algo tan natural que ningún organismo la evitaba (¿Yo tampoco?) La muerte es el final de todo, no es un nuevo principio, ni un paso... morir y nacer... algo insólito.

¡NO!

"Aún puedo terminar con ella, maldita niña. Sigo teniendo poder para burlarla y cuando la coma, cuando la esté digiriendo, disfrutaré más que nunca. Aunque me hubiera herido de muerte, aunque me hubiera hecho huir y sentir el miedo empapada en mi sangre, la mataré."

Esta niña ya no tenía miedo. Incluso los viejos tenían miedo, pero ella no. No, no, no, nonononoononononononono. ¡NO!

"No tengo miedo a la muerte", se dijo la Antigua Amenaza, llena de angustia, con una risa nerviosa.
Delante suyo apareció un resplandor multicolor. Vio a Lya, envuelta en luz, ahí mismo. Tardó un instante en percatarse de que no la estaba atacando como deseaba, ni estaba desmembrando aquel cuerpecito insignificante. Y para su sorpresa, decidió no hacerlo.

"No tienes miedo a la muerte, pero sí a enfrentarte a tu propio morir", le dijo la chica.

Percibió con todos sus sentidos cómo crecía el poder dentro de la humana, brillante y llena de vigor, bullendo en su propia fuerza. Cada vez estaba más cerca.

"Vete, niña", dijo la Antigua Amenaza sin el valor de pronunciar su nombre. "Haré lo que quieras, me iré, desapareceré del mundo y jamás volverás a verme ni tú ni nadie de tu especie. Nada". Pero ella seguía acercándosele. "Puedo darte todo el conocimiento de toda la gente..." a la que maté, pensó, pero le aterrorizó la sola mención de tal concepto. "¡Te convertiré en una diosa y serás eterna! Lo haré... ¡Lo haré si me dejas ir!"

A medida que se acercaba, su luz, su fulgor cegaba como cien soles. Divina.

"", dijo Lya con apenas un susurro que hizo sentir a la criatura que todo su cuerpo se partiría en dos, "no puedes hacer eso".

El chillido del ser invadió su mente por completo. Dolor. Su sangre manando de cada poro al menor movimiento, fijado en la nada, brotando salvaje.

"La niña... Lya...", todos sus ojos la miraron tratando de no quemarse por la claridad. Fallaron. "¿Cómo se atreve esta criatura finita y perdida? ¿Cómo me vas a vencer tú que ni siquiera te puedes concebir como inmortal?"

"Vi el futuro". La voz de la mujer borraba cualquier eco de la suya, esfumándose ante ella. "Vi cientos de futuros... miles...y tú no existes en ninguno de ellos. Por mí."

"¡No!"

La Antigua Amenaza se revolvió para contraatacar a esa respuesta. Lya se convirtió en su promesa de muerte (propia). Aniquilarla sería sobrevivir y para ello necesitaba hacerlo ya. Cuánto más viva esa mortal más daño me puede hacer, más cerca puede llegar (morir).

"Sí, y nada podrá cambiarlo."

Con un berrido inarticulado, dio un empujón con toda la fuerza que su mastodóntico cuerpo permitió, impulsándose con cada músculo contra la muerte. Lya. Logró envolver toda la luz que irradiaba el cuerpo de la niña humana, convirtiéndola en un punto blanco, cegándola y convirtiéndolo todo, de nuevo, en tinieblas.

"¡Estás muerta!", rió frenética la Antigua Amenaza. "¡Muerta muerta muerta muerta! ¿Qué has visto en el futuro? ¿En todos los futuros donde decías que me matarías? ¡He vencido a la muerte y ahora eres mía!". Toda la masa de su cuerpo se cerraba sobre sí misma, afanándose en atrapar aquella luz eternamente, fantaseando con utilizar aquel poder y abrir todo un mundo de posibilidades ante ella.

Y entonces, se detuvo por completo.

"Nononononnoononononononoononnononononoonnonononononononononononoononononononononononononononononoonononoonnonnonononnnnnonnonoonononnononoononononononoononononnononononononononononoononononononoonnononononononononononononononoonno", repitió tomada por la enajenación. "No puedo morir"

Sintió el leve tacto de un dedo en su interior.

La luz volvió a surgir a través de toda aquella carne monstruosa, atravesándola sin piedad, haciendo ceder a la oscuridad.

Una sensación cálida la tomó.

"Nonononoo... no...". No había dolor ninguno. "Ahora, yo... ¿cómo es posibl

Jedi Trial: Los caminos convergenWhere stories live. Discover now