UN AMIGO NUEVO

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LYAFlaybourne era nuestro nuevo amigo.


Me estaba ayudando a cambiarme el vendaje temporal que me había puesto en la mano por la mañana. Tomó unas tijeras especiales, de hoja curva para poder meterlas entre mi mano y el material, y fue cortando. Crujía como el pan recién hecho, y mi mente lo encontró muy plancentero. A pesar de parecer –y ser– duro, al cortarlo parecía estar hecho de papel. Ese material estaba diseñado para ajustarse por sí mismo a la parte del cuerpo donde lo pusieras, no limitando en exceso la movilidad de la mano, tan solo lo necesario para ir curando la herida.

Cuando me lo retiró por completo, vi una línea por encima de mi muñeca que separaba perfectamente la piel blanca y limpia de la mano de mi brazo lleno de tierra, polvillo blanco y manchones negros. La crema me había regenerado por completo la palma de la mano y apenas se percibía la horrorosa cicatriz de la quemadura con el cable metálico del ascensor. Flayborune dejó encima de la encimera el vendaje, que se retorció y comprimió hasta parecer una esponja que hubieran utilizado cincuenta gamorreans en su ducha anual.

—Tiene muy buen aspecto—, dijo Flaybourne examinándome la mano—. ¿La puedes abrir y cerrar bien?
Abrí y cerré la mano.

—La noto un poco rígida y entumecida sin el vendaje, pero sí—. Apreté el puño—. Está bien. ¿Te importa si me labo las manos?

—Adelante—, respondió él frotándoselas para limpiarse las manchas de la venda.
Abrí el grifo y manó agua clara.

—Jamás esperaría encontrarme agua potable aquí. Fuera también hay, ¿la viste?—, le pregunté.

—Es raro, sí. Aunque te sorprenderías de la cantidad de fugas que pueden tener las cañerías—. Su voz sonaba confiada al encontrarse cómodo hablando de algo que sabía muy bien—. Los cambios de temperatura en la superficie de Coruscant son inmensos entre la noche y el día; cuando el sol está en lo alto, hierve, y cuando llega la noche, se congela. Es un planeta de extremos. Los materiales de los edificios absorven el calor y lo redistribuyen, mayormente hacia la tierra, donde hay más frío, o las estaciones hidropónicas. Así redistribuyen la temperatura—. Hizo una pausa—. Es la misma lógica que un pararrayos.

»Solo que el calentamiento global está muy avanzado aquí. Es irreversible ya y solo puede ir a peor. Cuando anochece, los edificios liberan ese calor para enfriarse. Eso revienta muchas tuberías y se pierden cantidades millonarias de agua... no quiero pensar cuántas familiar podrían sobrevivir un año, o incluso más, con todo lo que se pierde aquí. Es realmente interesante... y también triste.

Cerré el grifo y me sacudí las manos. Había observado las modulaciones de su voz, las variaciones anímicas y su lenguaje corporal. Con unas pocas preguntas irrelevantes había percibido sus holluelos en su cara al sonreir, la emoción al hablar de lo que le parecía interesante, su soltura, y lo relacioné con él.

Ahora era momento de profundizar más en él.

—Fuera de esta edificación hay varios saltos de agua. Se filtran por todo el lugar—, le dije y él asintió—. Van a terminar inundando toda la estancia y produciendo corrimientos de tierra o cualquier cosa. Las galerías de los ascensores son insalubres totalmente—. Me miró encontrando muy interesante toda esa información, arrugando el entrecejo—. ¿Tú también viniste por ahí?

Inspiró y carraspeó.

—Ehm... no exactamente—, dijo él con cierto reparo—. Vinimos por otras galerías, pero no... no las del templo de encima.

Percibí su incomodidad y la relacioné a mi percepción de Flaybourne. De todas maneras, seguí sin notar hostilidad. No le gustaba hablar de sí mismo con alguien a quien no conocía. En su mente cobró importancia nuestro status de jedis. Era un cazatesoros. Y no estaba solo.

Jedi Trial: Los caminos convergenحيث تعيش القصص. اكتشف الآن