𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟑: 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒐𝒈𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏

Comenzar desde el principio
                                    

Miré a Abby entre las tinieblas de las lágrimas sin llegar a tener una visión nítida de su rostro intentando averiguar si era una broma de dudoso gusto, pero su rostro no engañaba, porque cuando le ponías rostro al mal tu mirada de terror se pronunciaba hasta tal punto de desfigurarte la cara.

—Siento habértelo dicho así. Siento... —Abby miró a su alrededor hasta que encontró la nevera con la mirada. Se acercó hasta ella y abrió la puerta—. Haber sido tan clara y brusca. —Agarró un botellín de agua y lo abrió, sirviéndolo en un vaso que había sobre el escurridor.

—¿Cómo sabías que había agua?

—Noah vive aquí y no sabe sobrevivir sin agua fría. —Puso el vaso delante de mí en la mesa—. Lo siento de veras.

—Ahora entiendo por qué tanto empeño en que Robin se reflejase en Noah. —Cerré los ojos con un suspiro—. Va a enfadarse —mascullé con la frente apoyada sobre la palma de la mano—. Y va a tener razones para hacerlo.

—¿Por qué? —Abby se sentó al otro lado de la mesa, enlazando sus manos.

—Porque por estar velando a un tío que nos destrozó, no pudo ni despedirse de Zoe. —Me limpié las lágrimas con la punta de mis dedos, abriendo los ojos para mirarla—. Y cuando se enfade va a pedirte perdón.

—¿Por qué? —Repitió ella.

—Porque va a pensar que lo que nos pasó a nosotras es mucho peor que eso y va a minimizar su dolor hasta que parezca que no importa.

Enmudecimos bajo la luz cálida de la cocina. El agua del vaso formaba ondas por culpa del movimiento nervioso de mi pierna derecha, que no dejaba de pensar en que las cosas tan grotescas que yo había tenido que vivir, también las había vivido ella.

—En el entierro la gente pensaba que lloraba de pena, pero... —Chasqueó la lengua y jugueteó con sus dedos, sacudiendo la cabeza—. Me sentía libre. El hombre que me maltrataba estaba muerto y yo era libre y dirás 'Abby, ¿por qué no lo dejaste?' y yo te diría que tenía un hijo y un miedo terrible a que me asesinara.

Aunque las palabras eran crudas, a mí no me pesaban porque sentí lo mismo que ella. Si huía de esa habitación o me mataba él o me mataba Neil.

—Ya... —Me desabroché los primeros botones de la camisa, mostrándole la parte interior de mi pecho. La cicatriz hoy era más grande y violenta que de costumbre.

—¿Noah sabe todo esto o no se lo has contado aún?

—Claro que lo sabe. —Agarré el vaso de agua una vez que tuve la certeza de que no iba a derramar el agua por el temblor—. No estaría conmigo si no lo supiese.

*

Me senté en el taburete de la cocina como si fuese un peso muerto. Abby y Olivia no habían parado de hablar durante diez minutos y mi cabeza no podía asimilar lo que estaba pasando. El muerto de mi cuñado, ese que odié durante tantos años, era el mismo hijo de la gran puta que le había hecho eso a mi novia. El que la ahorcó, el que la violó y el que le clavó un cuchillo en el pecho. Ese hombre que veía todos los domingos en las comidas familiares, el que levantaba a su hijo en brazos y lo llenaba de besos, con el que yo misma había hablado y había tocado con mis propias manos, le había hecho lo mismo a mi hermana pequeña.

No era natural querer hacerle daño a alguien. No era natural la violación. No era natural ahorcar a alguien. No era natural clavarle un cuchillo a una persona, pero lo menos natural de todo era ese que la persona que hizo eso tenía mi confianza. Lo odiaba, pero era de la familia. Era el padre de mi sobrino y era el marido de mi hermana. Era el tipo al que mis padres adoraban por encima de todo, ese al que velé una noche entera sin poder velar a mi hermana.

Solo quería gritar porque no sabía de qué otra forma reaccionar ni tampoco cómo expresarme, pero allí había dos víctimas que no se merecían esa reacción. Dos víctimas que eran las dos mujeres de mi vida. Mi hermana y mi novia.

—Ojalá no estuviese muerto para poder matarlo yo —farfullé, apretando la mandíbula con la rabia que me insuflaba mi propio comentario.

Abby agachó la cabeza y torció los labios con un puchero que la puso al borde de las lágrimas. No pudo evitar que cayesen por sus mejillas y que sus ojos buscasen otro punto en la cocina.

—Si te consuela... Lo hice yo. —No podía creer lo que estaba escuchando. Miré a Abby como si acabase de decir la mayor tontería de la historia—. Fue en defensa propia, pero lo hice yo.

—¿Qué cojones estás diciendo, Abigail...?

Se me habían salido los ojos de las cuencas y miré a Olivia buscando su sorpresa cómplice, pero la mirada cómplice que yo buscaba, la compartía con mi hermana y no conmigo. No estaba sorprendida, de hecho, esbozó una leve y casi imperceptible sonrisa. No le sorprendía la noticia porque ella ya sabía de qué era capaz ese desgraciado, porque entendía el deseo de querer matarlo, porque si hubiese podido, ella también lo hubiera hecho.

—Íbamos en el coche. Él había bebido. No sé por qué levantó el brazo y me dio un golpe en la cara con el puño apretado. Yo perdí la cabeza, no sé de dónde saqué la fuerza, pero di un volantazo y estampé el coche contra las paredes escarpadas de la carretera de Malibú, hacia su lado. —Abby lloraba, pero seguía contándolo como si fuese su deber—. No murió en el acto. Balbuceaba pidiéndome ayuda mientras la sangre le salía de la boca y esperé hasta que dejó de respirar para llamar a la ambulancia. No hubo sospechas de ningún tipo. Él había bebido, yo tenía la cara ensangrentada porque me había chocado contra la guantera y él murió en el acto.

Olivia envió su paquete de tabaco con el mechero a Abby a través de la mesa, que lo interceptó sin rechistar. Sacó un cigarrillo y lo encendió sin más.

—Así que, Olivia fue prostituta y yo soy una asesina. —Le dio una calada al cigarrillo, limpiándose el rímel de la mejilla—. Brindemos por eso.

*

Noah me rodeaba con sus brazos dentro de la bañera y yo no quería ni moverme por si el calor se iba mágicamente de un segundo a otro. Estaba destrozada tanto física como mentalmente. Abatida. Lo único que me reparaba era sentir la respiración de Noah acariciando mi oreja. Solo con pensar en salir de la bañera me daban ganas de llorar. Todo seguiría igual, la situación sería la misma y mi ansiedad seguiría subiendo sin dejarme dormir.

—Me duele todo el cuerpo de sufrir. —Apreté los ojos y eché la cabeza hacia atrás, apoyándome en su hombro.

—Te prometo que dejará de dolerte. —Me abrazó contra ella y besó mi cuello, regocijándose en mi cuello con un suspiro—. Te lo prometo.

Y una de las cosas buenas que tenía Noah es que nunca rompía sus promesas, aunque esta fue la única vez que dudé de ella.  


Nota: esto está llegando a su final. Preparad las cartas de despedida para Olivia y Noah :'(

Twitter: zpacewaikers 

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora