𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑: 𝒔𝒆́ 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚 𝒕𝒖 𝒕𝒊𝒑𝒐

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El pescado reposaba sobre la bandeja plateada con los ojos muertos y blanquecinos, mirándome como si yo tuviese alguna opción de salvarse. Dafne se sirvió un poco de patatas asadas donde descansaba la dorada, tomando la cuchara casi con repulsión.

Nos miramos a los ojos. Mordí un trozo del panecillo de mantequilla sin apartar la mirada, sin querer perder en aquella guerra fría que manteníamos desde que apenas éramos unas niñas. Brad sonreía como un bobo con la corbata bien apretada al cuello, mientras tragaba el vino blanco de la copa que sostenía con la mano de su anillo de oro.

—¿Cómo has venido a la cena? Fue papá quien te llevó al trabajo. —Escupió Dafne, removiendo la comida con el tenedor.

—Me trajo Noah. —Desmenucé el pescado con el tenedor, viendo a mi hermana fruncir el ceño al no saber quién era Noah—. Oh, ¿no sabes quién es? —Alcé las cejas y ladeé la cabeza, dándole un sorbo a mi copa de vino—. Se apellida Wilson, igual eso te suena un poco más.

—Papá, Olivia está saliendo con una compañera de la oficina.

Mi padre dejó caer la mano en la mesa, provocando un golpe que nos hizo rebotar en el asiento a todos. Mi madre me miró con desaprobación mientras negaba.

—¿Podrías comportante por un día, Olivia? Te he dado la confianza de trabajar conmigo, ¿quieres aprender de tu hermana y ser profesional? Además, ¿qué es eso de acostarte con mujeres? —Apreté las manos por debajo de la mesa con una sonrisa indeleble. No quería que la tonta de mi hermana se llevase la victoria de verme enfadada.

—Me ha traído, sí, ¿y qué? —Alcé los hombros, dándole un bocado al pescado con despreocupación—. No hemos hecho nada, ni voy a hacerlo. —Sonreí con la mirada puesta en Dafne, paladeando un poco más de pescado—. ¿Estás celosa, Dafne?

—Olivia, no puedes salir con compañeros de trabajo y mucho menos si son mujeres. —Mi padre dejó los cubiertos encima de la mesa.

—No he hecho nada, ¿por qué me adviertes? —Bebió de su bebida y soltó un suspiro.

—Porque te conozco, porque solo hace falta que algo se te prohíba para que lo hagas.

—¿Me estás llamando guarra? —Repliqué. Mi madre dejó caer los cubiertos encima del plato.

—¡Olivia! —Reprendió, abriendo los ojos como platos.

—No, si papá lleva razón llamándote guarra —añadió Dafne, que esbozaba una sonrisa inocente cargada de bilis.

—¿Quieres que te dé la razón? —Le pregunté a mi hermana, apoyando la barbilla sobre mi mano cerrada en un puño—. Porque puedo hacerlo.

Quizás debía alejarme de los ojos color miel, de las ondas de su pelo negro, de su traje azul marino con la camisa celeste, de los anillos de sus manos definidas y de la forma totalmente antifemenina —según los cánones— en la que se echaba hacia atrás en la silla y se sentaba con las piernas abiertas mirando la pantalla del ordenador con el lápiz digital jugueteando con su mano.

Observándola de lejos mientras me cuestionaba si seguir acercándome a ella, reparé en esa cadena plateada que llevaba como pulsera, en la camisa apretada en sus bíceps y los labios que parecían formar un corazón cuando los apretaba.

Noah hizo eso de estirarse en la silla, abrir las piernas y ponerse las manos en la nuca mirando la pantalla del ordenador con las ondas del pelo rozándole la frente al balancearse, quizás para despejarse después de haber estado toda la mañana frente al portátil.

—¿Qué haces? —Le puse el café de avellanas y el sándwich de atún sobre la mesa. Noah tomó el paquete del sándwich con el ceño fruncido.

—Tu querida hermana necesita la página central antes de esta noche —Le quitó el plástico al envase del sándwich y sacó una de las mitades—. ¿Por qué tanta amabilidad?

let me be her (completa)Where stories live. Discover now