𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟐: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐

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Desperté por el sonido de los pájaros que bebían agua desde el borde de la piscina. No era temprano, el sol apretaba y a lo lejos se escuchaban voces que disfrutaban chapoteando en el agua, pero en nuestra cama Noah parecía no tener intenciones de querer levantarse.

Dormía bocabajo, con la espalda desnuda y una sábana cubriéndole la parte inferior del cuerpo. Al imaginarme despertándola con una hilera de besos desde la nuca hasta donde comenzaban las sábanas, me di cuenta de que tenía la lívido de una quinceañera que acaba de descubrir lo que es el sexo. Quería hacerlo una y otra vez donde fuera y como fuese.

Giró la cabeza en la cama y los rizos le taparon la cara al mirar hacia mí. Despuntados, revueltos, esparcidos por la almohada y llamándome para que tirase de ellos hasta juntar su boca con la mía, pero debía dejarla descansar por ahora.

Me giré en la cama y agarré mi teléfono. Las doce de la mañana, nos habíamos saltado la hora para pedir el desayuno en el servicio de habitaciones. Un montón de mensajes de Grace aparecían en la pantalla.

9:30 Grace: dónde estás? habéis desaparecido o qué?

9:30 Grace: bueno, que era para decirte queeee Steve y yo no vamos a comer al restaurante hoy, que nos quedamos en la habitación, ya sabes.

9:30 Grace: por cierto, sabes que Piper ya se ha llevado a un francés a su habitación? No pierde el tiempo

11:59 Grace: DÓNDE ESTÁS por el amor de dios...

Miré a Noah y me aseguré de que seguía dormida y decidí salir de la habitación en busca de Grace.

Me puse encima ese vestido ligero de algodón blanco que me había comprado especialmente para ir a la playa y salí de la habitación, cerrando la puerta con el máximo cuidado intentando no despertarla. No tardaría mucho tiempo en darme cuenta de que cuando Noah dormía no había quién la despertase.

Miré a mi alrededor y el turquesa del mar me golpeó. Al llegar de noche no pudimos disfrutar del color real del agua, ni tampoco del verde de los árboles que cubrían la isla.

A lo lejos, unas cabañas más lejos, Grace abría los brazos y me saludaba desde lejos.

—¿Dónde habéis ido? —Me preguntó desde lejos, caminando hacia mí.

—A ningún sitio, Noah todavía está durmiendo.

—Espera... Dios, os habéis acostado. —Grace abrió los labios con una sonrisa, dándome un golpe en el brazo—. Cuéntamelo todo.

—Es que ni siquiera sé por dónde empezar a contarte.

—Pues cuéntame qué le hiciste, vamos —decía entusiasmada, cruzándose de brazos—. Seguro que se ha dejado hacer de todo.

—¿Se ha dejado? Grace... He sido una marioneta. Yo me he dejado. Te quiero decir... —Cerré los ojos y solté un suspiro.

—Un momento... ¿Me estás diciendo que la chica que parece un perro al que le lanzas la pelota y te la trae te ha dominado a ti? —Asentí con una timidez inusual en mí—. Eso sí que no me lo esperaba.

—No sé si fueron tres o cuatro veces, sentí tantas cosas que no sé si algunos fueron orgasmos o es que yo estaba sobre estimulada. —Grace parpadeaba, perpleja—. Y ahora no quiero dejarla salir de la habitación en toda esta semana porque necesito que lo hagamos constantemente. —Lloriqueé, pasándome las manos por la cara—. ¿Esto es normal o solo soy ninfómana?

—Es lo normal. Estáis enamoradas, estáis buenas y es el principio de vuestra relación. Lo raro sería que no dejases un rastro de babas por donde fueses.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora