02.

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Lo primero que debes hacer cuando vuelvas al pasado.


*Bang*


*Bang*


*Aghhh!*


*Crash*


Los ensordecedores estruendos y gritos, como si una enorme montaña se derrumbara, devolvieron a Luisen a la conciencia.


"Mi señor, mi señor. Por favor, date prisa y despierta. La batalla ha comenzado".


"Ughh....."


'Dejadme en paz. Acabo de morir, ¿sabes?'


 Luisen se cubrió la cabeza y apartó la mano que intentaba despertarle. Sentía la cabeza como si se hubiera roto, y las náuseas rodaban por su interior. Un terrible olor a alcohol le llegó desde algún lugar.


¿Qué es este olor a alcohol?


Después de la guerra civil, Luisen no podía beber ni una sola gota de alcohol. La prohibición se instauró mientras la hambruna seguía asolando las tierras; el precio del alcohol se puso por las nubes. Para un vagabundo como Luisen, al que le costaba encontrar el pan de cada día, el olor del alcohol, y mucho menos su sabor, era una ilusión.


Pero entonces, ¿por qué estaba sufriendo una fuerte resaca?


Le dio vueltas a su brumosa y acalorada cabeza. Lentamente, poco a poco, los recuerdos volvieron.


Era evidente que Luisen debería haber muerto aquella noche de invierno, tres años después de haber huido del castillo. Sin embargo, un hombre que pasaba por allí lo salvó milagrosamente.


Era un hombre en peregrinación religiosa. Como le faltaba un brazo, le llamaban el peregrino manco. Luisen no sabía su nombre. Y siempre llevaba la capucha de un monje, por lo que no podía verle la cara. El hombre parecía muy sospechoso, pero el peregrino manco cuidaba de Luisen con todo su corazón.


Le cedía su cama, le calentaba la habitación con la preciada leña, e incluso estaba dispuesto a compartir medicinas y comida. A pesar de no tener una buena posición económica, cuidó con devoción a Luisen. Gracias a él, Luisen no murió aquel invierno, sino que recuperó algo de vitalidad.


  Luisen sintió una profunda gratitud hacia el peregrino manco. Que hubiera una persona tan misericordiosa y sabia en este mundo... Empezó a llamar santo al peregrino y siguió su doctrina.


Siguiéndolo, Luisen aprendió mucho del mundo y se dio cuenta de su propia estupidez. Las historias que contaba el peregrino manco ayudaron a dotar a Luisen de una mirada perspicaz. Le ayudó a ver el mundo con ojos claros, desprovistos de pecado y sensatez. Luisen fue capaz de sentir remordimientos y pidió perdón sinceramente a los muertos. 


 Tras el encuentro con el peregrino manco, dejó de sentir un hambre devastadora y durmió encerrado entre techos y paredes, pero su cuerpo ya estaba destrozado por las calles. El invierno siguiente, un año después, Luisen exhaló su último aliento.

Las  circunstancias de un señor caídoWhere stories live. Discover now