xxxᴠɪɪ | ꜱᴏʀᴘʀᴇꜱᴀꜱ

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Hay vidas que solo el amor las salva del olvido, de la indiferencia, del dolor, de la muerte

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Hay vidas que solo el amor las salva del olvido, de la indiferencia, del dolor, de la muerte...

El corazón de Venus dependía científicamente de numerosos aparatos, medicamentos, maniobras médicas; pero su alma estaba conectada a la esperanza de quiénes más la amaban en el mundo, los seres que le dieron la fuerza de sobreponerse y plantarle cara a la vida en un acto de fe total.

- Solo un momento doctora, se lo suplico un momento. Ni notarán que estoy ahí.

- Por ahora no es posible Tamara, aún le están haciendo varios estudios. He visto a pacientes menos complicados que Venus morir; ella está luchando y sus niveles van muy bien pero sigue monitoreada de cerca.

- ¿Eso quiere decir que aún está en riesgo?

- Digamos que, un riesgo menos grave. No sé que sucedió pero le dieron fuerzas.

- ¿Se da cuenta doctora? Un segundo, solo quiero que ella sepa que estamos aquí...

Una y otra vez lo intentó hasta lograrlo, el poder de palabra que Tamara tenía era tan aguerrido como su personalidad. Logró entrar por algunos minutos a los cuidados intermedios dónde habían trasladado a su mujer. El corazón se le arrugó al verla aún tan indefensa, tan vulnerable.

- Mi cielo, soy yo - le susurró al oído mientras sostenía su mano - lo estás haciendo muy bien, no sabes cuánto te amo y el susto que me diste muchachita necia, te toca pagarme a besos cada lágrima ¿Me estás escuchando?

Aunque sus ojitos miel pesaban haciendo imposible abrirlos para ver el dulce rostro de su leona, Venus estaba oyendo absolutamente todo, luchó con todas sus fuerzas hasta que apretó ligeramente el agarre de las manos dejándole saber que ahí estaba, a su lado y que está vez sería para siempre.

- Ay mi amor - expresó emocionada llenandole la mano de pequeños besos - el miedo compartido es menos ¿Recuerdas? Pero lo que no sabes niña, es que la fuerza compartida es más, y tienes otras manitas esperándote ahí afuera para hacerte invencible. Te amo cielo mío, no estás solita, ni lo estarás nunca mientras yo exista.

Dejándole un dulce beso en la frente y otro pequeño en los labios Tamara salió con la más grande sonrisa mirando hacía arriba, dándole gracias al mismísimo cielo por concederle eso que tanto anheló, la vida de su compañera.

Pero la divina curva en sus labios se desvaneció como agua entre los dedos, el enfoque de sus ojos se centró en aquella joven delgada con jeans rotos que le provocaba una ráfaga de hiel en sus venas; esa pesadilla qué pensó no ver nunca más.

- ¿Qué carajo haces tu aquí, esquelética?

- Yo la llamé - intervino Marcela protegiéndola - ¿Algún problema?

𝘽𝙀𝙉𝘿𝙄𝙏𝘼 𝙌𝙐𝙄𝙈𝙀𝙍𝘼 ♀♀Where stories live. Discover now