Capítulo 22

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No volvió a saber nada de Luis en cuatro días y los demonios de la duda empezaron a susurrarle cosas terribles al oído. 

¿Y si había decidido que Alex y ella no merecían tanto esfuerzo? ¿Y si, para ahorrarse las interminables complicaciones de la intimidad, había decidió volver a su solitaria vida? 

No, no podía creerlo. Pero la duda era maligna y la encontraba debilitada. 

El quinto día, estaba metiendo a Alex en la cuna a la hora de la siesta cuando sonó el teléfono. 

Lucas empezó a hablar sin preliminares, como siempre. 

–Estoy delante de tu edificio. Baja, por favor. 

Y colgó antes de que ella pudiese decir nada. 

Unos minutos después, Altagracia colocaba la sillita de seguridad de Alex en el asiento trasero antes de sentarse al lado de Lucas. Lo bombardeó a preguntas, pero su hermano se limitó a decir que aún no sabían lo que estaba pasando, aunque pronto lo averiguarían. 

Altagracia no tenía la menor duda de que aquello era sobre Luis. ¿Pero qué? ¿Estaría esperándolos con la «prueba»? ¿Qué podía ser esta vez? 

Media hora después, llegaban a la mansión de su familia, donde se había instalado Manu hasta que decidieran qué iban a hacer con ella. 

Una vez dentro, Damon la llevó a la antesala del antiguo despacho de su padre, ahora de Manu. 

–Espera aquí y no te muevas por nada, ¿de acuerdo? No sé qué va a pasar, pero sea lo que sea seguro que es interesante. 

Altagracia extendió una mantita en el suelo para Alex y se dejó caer en el sofá. Un segundo después, aunque casi lo esperaba, dio un salto al escuchar la voz de Luis. 

–¿Puedo hablar, ahora que la familia se ha reunido? –estaba diciendo, con voz cansada. 

–Puedes decir lo que tengas que decir –anunció Lucas. –Pero que sea corto, Navarrete. No tenemos todo el día. 

–No será corto, Sandoval, así que sírvete una copa para soportarlo –Altagracia oyó que Luis respiraba profundamente. –Mi madre tenía diecisiete años cuando yo nací. Era una chica sin educación y se casó con el hombre que la dejó embarazada, un hombre que tenía cuatro años más que ella, un seductor sin trabajo que entraba y salía de nuestras vidas, hasta que mi madre murió. Estuve viviendo en las calles hasta los doce años que Héctor me encontró y me llevó con él a Grecia. Él me hizo el hombre que soy ahora. Mi padre, que había desaparecido completamente de mi vida, me buscó, pero era solo por el dinero y yo no estaba dispuesto a perdonarlo, lo culpaba por el sufrimiento y el desamor de mi madre, así que lo saqué de mi vida. Crecí despreciando las emociones que llevaron a mi madre a destrozar su vida y juré que jamás me dejaría guiar por el corazón, que ninguna debilidad, como veía entonces el amor y la familia, me afectarían nunca. Y pronto empecé a creer que era igual que mi padre, incapaz de sentir nada por los demás. Me apartaba de todos los que intentaban acercarse a mí y les daba lo único que creía importante: dinero e influencia. 

Luis se quedó callado y Manu dejó escapar un suspiro. 

–¿Esta lección sobre la historia de los Navarrete lleva a algún sitio? 

–Muy bien, daré un salto adelante –dijo él. –Cuando vuestra familia apareció en mi vida, yo envidiaba a vuestro padre y quería impresionarlo. Pero terminé haciendo que me odiara a muerte. 

–No te odiaba, Navarrete –dijo Lucas. –Seguramente, ésa es la razón por la que nosotros sí te odiamos. Te admiraba mucho, siempre decía que deberíamos aprender de ti. 

Amante prohibido... (+18)Where stories live. Discover now