Capítulo 16

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Sí

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Sí. 

Ésa parecía ser la única respuesta. Había dicho que sí a la irresistible invitación menos de veinticuatro horas antes y, después de explicarle a sus hermanos que iba a tomarse unas vacaciones porque se encontraba cansada, allí estaba, al otro lado del mundo. En Creta, donde habían llegado en el avión privado de Luis… ella y su séquito. 

Aunque él le había asegurado que sus tíos vivían allí y tenían experiencia con niños, Altagracia había insistido en llevar a Elena, al marido de Elena, su hija, su yerno y sus nietos, todos encantados de volver a su patria en aquellas inesperadas vacaciones.

 Después de aterrizar en el aeropuerto de Heraklion, la capital de Creta, el propio Luis los había llevado hasta la finca pilotando su helicóptero. En la pista, a un kilómetro de la mansión, los esperaban dos limusinas. 

Una de ellas llevó a Elena y su familia hasta la residencia de invitados, un edificio en medio de un campo de olivos, a cinco minutos de la casa principal. 

La limusina en la que viajaban Luis, Alex y ella se detuvo frente a un edificio de tres plantas construido sobre una colina. La casa, rodeada de palmeras, árboles y pinos, era de piedra blanca y, al atardecer, adquiría el mismo tono dorado que la arena de la playa a unos metros de la entrada. Estaban frente al mar de Creta, de un azul intenso, la brisa moviendo las ramas de los árboles… 

Altagracia tembló ante la emoción que provocaba aquel paisaje… y la proximidad de Luis. Después del frío de Nueva York, el clima griego era una bendición. 

Luis la llevó por una escalera de piedra hasta un porche con columnas de estilo corintio que parecía transportarla al tiempo de los dioses griegos. La casa debía tener unos dos mil metros cuadrados y estaba situada en una parcela de veinte hectáreas, con casi un kilómetro de playa privada. Pero no fue el tamaño lo que la impactó. 

Ella había vivido toda su vida en una mansión casi tan grande como aquella y se había movido desde niña en los círculos de la alta sociedad, pero aquel sitio era diferente. 

Su clásica arquitectura griega parecía llevarse el estrés de la vida moderna que habían dejado atrás sólo unas horas antes y la llamaba de una forma extraña… 

Y mientras entraba en el vestíbulo, con Luis tomándola por la cintura, protegiéndola a ella y a Alex con su brazo, entendió por primera vez lo que era volver a casa. 

El interior no era pretencioso; nada de complejos ornamentos o muebles que servían sólo para demostrar el dinero y el buen gusto del propietario. 

El enorme vestíbulo de entrada daba paso a un salón amplio y sencillo, decorado en tonos arena, con una chimenea de piedra que conectaba el interior y el exterior y paredes de cristal desde las que se veía el fabuloso jardín y la piscina. 

Una pareja robusta de unos sesenta años entró tras ellos y Altagracia imaginó que debían ser los tíos de Luis, Olympia y Christos, que miraban a Alex con cara de sorpresa. 

Amante prohibido... (+18)Where stories live. Discover now