Capítulo 17

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Luis no volvió hasta el día siguiente

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Luis no volvió hasta el día siguiente. Eran las siete de la mañana, después de otra noche en el infierno, cuando oyó que se abría la puerta de entrada y sintió que su corazón se encogía con cada paso que lo llevaba hacia ella. 

Se lo diría, le diría que quería volver a casa. 

El experimento había concluido y Luis había pasado la prueba. Sería el padre de Alex. No había necesidad de seguir allí. 

Luis entró en la cocina con aspecto cansado… y más atractivo que nunca. 

–¿Christos está bien? 

–Se pondrá bien. He llevado al hospital al mejor equipo médico de Atenas. 

–Ah, muy bien. 

Altagracia apartó la mirada, nerviosa. 

–Oye, cuando dijiste que podría ser el padre de Alex, ¿querías decir que no me quieres como marido? 

Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho. ¿Estaba preguntándoselo o pidiéndoselo? Y si era esto último, ¿por qué lo hacía? 

El cariño que sentía por Alex parecía empujarlo a comprometerse, pero Altagracia no quería eso. No, debía tomar una decisión sin apresurarse. Y debía decirle la verdad sobre sus sentimientos. 

Aunque aquello fuese lo más difícil, lo más aterrador que había hecho nunca. 

–Alex y yo no tenemos por qué ir juntos. Ser el padre de Alex no tiene nada que ver con ser mi marido. 

–Pero ser su padre y tu marido era parte del trato. 

Altagracia empezaba a hacerse ilusiones, pero tenía que estar segura del todo. 

–Tu habilidad para negociar está fallando porque no parecía ser eso lo que me ofreciste el primer día. 

–¿De qué estás hablando? Te pedí que te casaras conmigo el primer día. 

Ella asintió con la cabeza. 

–Sí, por Alex. Pero ésa no es razón para casarse y te lo dije entonces, cuando rechacé una proposición de matrimonio hecha a toda prisa y por las razones equivocadas. 

–Quieres decir cuando te reíste de mi proposición –le recordó el. 

Eso le había molestado, ¿eh? 

–Tras lo cual, tú mismo reconociste que no estabas hecho para ser el marido de nadie. 

Luis sacudió la cabeza, como si no diera crédito a lo que estaba escuchando. 

–¿Qué crees que he estado haciendo estas últimas semanas? 

–¿Llevarte bien con la madre de tu hijo? –sugirió Altagracia. 

Él soltó una carcajada. 

–Y yo pensando que nos llevábamos de maravilla… 

–No, no lo creo. 

–¿En serio? ¿Crees que no nos llevamos bien? 

–No nos relacionamos como marido y mujer sino como amigos, como colegas. Aunque hace unas semanas no lo hubiera creído posible, debo reconocer que eres un buen amigo. Así que no creas que puedes ofrecerme matrimonio sólo por Alex. Podemos seguir como hasta ahora, siendo buenos amigos y buenos padres para nuestro hijo. 

Luis la miró en silencio durante unos segundos y cuando pensó que iba a tomarla entre sus brazos para comérsela a besos, como prueba de que no podían ser amigos, se dio la vuelta. 

Altagracia miró su espalda, perpleja. 

¿Se marchaba? Pero no podía ser. 

Cuando oyó que cerraba la puerta seguía sin creer que se hubiera ido. 

Pero no volvió. 

¿Sería posible que sus peores miedos se hubieran hecho realidad? 

No sabía cuánto tiempo estuvo en la cocina, temblando, incrédula. Por fin, cuando logró moverse, se dirigió a la habitación de Alex. 

No podía dejar que el dolor se la llevase por delante. Tenía que seguir siendo amiga de Luis porque él tenía derecho a ser el padre de su hijo sin ser su marido. 

El niño estaba intentando levantarse en la cuna, como solía hacer últimamente, y Altagracia lo tomó en brazos, las lágrimas que resbalaban por su rostro mojando su pelo. 

Se sentía feliz por él porque iba a tener un papá. En cuanto a ella, tenía que recuperar la compostura, volver a ser la que había sido antes de que José Luis Navarrete entrase en su vida. No se hacía ilusiones, sabía que le había robado el corazón y que no habría manera de recuperarlo o de ser feliz con otro hombre. Lo único que podía esperar era acostumbrarse a la idea y encontrar refugio a su pena, tal vez cierta serenidad. 

Horas después, había hecho las maletas y estaba jugando con Alex mientras ensayaba lo que iba a decirle a Luis cuando escuchó un golpecito en la puerta. Era Tadeo, el chófer. 

Kyrios Navarrete quiere que venga conmigo, kyria Sandoval. 

Ella lo miró, alarmada. 

–¿Le ha ocurrido algo? 

–Está esperándola –insistió Tadeo. 

Altagracia se volvió hacia Elena y la niñera asintió con la cabeza. 

–Vaya tranquila, yo me quedo con el niño. 

Resignada, subió a la limusina y se dedicó a admirar el Mediterráneo hasta que, por fin, Tadeo se detuvo al lado del Porsche de Luis y le abrió la puerta. 

Altagracia ni siquiera le dio las gracias, ni se fijó en que la limusina arrancaba de nuevo, porque sólo podía ver la escena que había delante de ella. 

Al final de una alfombra roja, cubierta con pétalos blancos y flanqueada por ramos de lirios, había una enorme tienda de lona blanca a un metro de la playa. 

Al final de la alfombra, estaba Luis, con una camisa blanca y un pantalón que destacaba sus fabulosas piernas. 

Altagracia se dirigió hacia él, aunque las piernas no le respondían del todo, y cuando llegó a su lado Luis clavó una rodilla en el suelo. 

Y el corazón de Altagracia se detuvo. 

Nunca, jamás habría imaginado que José Luis Navarrete se pondría en posición de suplicante por nada ni por nadie. 

Pero allí estaba. 

Luis sacó del bolsillo una cajita de terciopelo del color del mar y, cuando la abrió, Altagracia dejó escapar un gemido. 

Era una esmeralda, la más perfecto que había visto nunca, casi del mismo color que sus ojos. 

Y los de Luis estaban tan encendidos que rivalizaban con el calor del sol. 

–¿Quieres casarte conmigo, agape mou? 




Cómo yo soy tan mala persona les dejo esto por aquí para que se vuelvan loquitas 😂
¿Qué pasará ahora?

Pd: Tienen que leer los comentarios de AlejandraPovaravid en los dos últimos capítulos, son demasiado con to much 😂😂😂😂

Amante prohibido... (+18)Where stories live. Discover now