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—¿Cómo demonios se supone que vamos a convencer a Arlina de que debe ayudarnos a retrasar la boda tanto como sea posible sin decirle nada? —rezongó Vasily mientras subíamos por la escalera de caracol oculta en el palacio por la que nos habíamos escabullido antes.

La reunión con Salazar terminó poco después y nos permitió volver al palacio, no sin antes asegurarnos que trataría de encontrar una forma para sacarnos de ahí.

No creí que fuera posible; sabía que no me dejarían ir si no terminaba ese mural, y estaba seguro de que Asdrúbal iba a matarme antes de permitirme marchar sabiendo todo lo que sabía sobre la magia de los espejos.

Al menos, me dije, no estaba enterado de que sabíamos de su verdadera naturaleza, o la de su padre. Quise verlo como un vago consuelo, aunque no surtió mucho efecto.

—Tal vez podríamos intentar convencerla de que solo lo decimos por su bien. No es como que sea mentira —murmuró Aodhan.

No me sentí interesado en aportar nada a esa conversación, y no era precisamente porque no se me ocurriera una forma de hacerlo, sino que mi mente seguía a kilómetros de ahí, aún refugiada en la oscuridad de los acueductos y perdida entre las palabras de lo que acabábamos de descubrir.

¿Era posible que fuesen dioses? Asdrúbal había estado muy grave antes, y solo se salvó gracias a los curanderos. No había muestra alguna de divinidad, y la magia de los espejos no era precisamente una garantía, porque de ser así, los altos sacerdotes no podrían estar conectados con ese mundo como lo estaban, ¿o sí?

Y, si me equivocaba y de verdad ellos eran dioses, ¿eso en qué nos convertía a Aodhan y a mí?

—Aegon, ¿estás bien? —susurró mi hermano, preocupado.

—No has dicho nada en todo el camino —secundó Vasily, pero le resté importancia con un gesto de la cabeza.

—No se preocupen, solo estoy distraído. No es... bueno, no todos los días alguien a quien creías muerto vuelve para decirte que es la cabeza de una rebelión contra un ser que no se supone que exista. —Suspiré—. Imagino que hay muchas cosas que aún necesitamos investigar.

»Dijiste algo sobre que los renacidos y la muerte sin muerte eran historias olvidadas —comenté mirando a Vasily—, pero al parecer están relacionadas de alguna forma con todo esto, porque mamá las menciona en sus diarios.

Vasily asintió despacio y una mueca torció sus labios.

—Creo que sé dónde puedo encontrar algo. Iré a la biblioteca en la mañana y llevaré el libro cuando los vea en el salón.

Agradecimos su ayuda mientras alcanzábamos la puerta oculta detrás de un tapiz. Él fue el primero en salir, urgiéndonos a seguirlo cuando se hubo cerciorado de que el corredor estaba desierto.

La poca luz proveniente del exterior —visible desde una ventana que se encontraba lo suficientemente lejos como para no formar un reflejo de ese sitio— indicaba que la hora de la cena o bien había pasado ya, o bien no estaba muy lejos. No pude calcular la hora exacta, pero Vasily prometió que nos enviaría la cena a nuestra habitación.

Nos separamos ahí, aunque mi hermano y yo no nos dirigimos a la torre de inmediato, sino que volvimos al salón para aprovechar la pared de espejos y poder crear el disfraz de Tadej antes de que alguien nos descubriera. Sin embargo, mientras pintaba sobre mi reflejo no pude evitar preguntarme cuál era en realidad el motivo de seguir haciéndolo.

No tenía idea de cómo se suponía que debía sentirme, y por la imagen que veía en el reflejo estuve casi seguro de que Aodhan estaba igual que yo. Podía ver una fina arruga en su entrecejo que se formaba cuando estaba muy concentrado en algo.

Un palacio de espejosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt