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El salón de bailes era casi tan grande como el espacio en el que Aegon y yo estábamos trabajando, y estaba lleno de candelabros con cristales que daban el efecto de que la luz de las velas se derramaba en el suelo formando pequeños arcoíris.

Había dos enormes mesas alargadas a cada lado, donde todos los invitados a la fiesta comían y bebían. Entre ambas, la pista de baile estaba ya llena con los bailarines que se movían al ritmo de la música de la orquesta que se encontraba en una esquina del salón, cerca de la entrada. Al fondo, la mesa de los reyes se alzaba sobre tres escalones que les permitían quedar por encima del resto y tener una mejor vista de toda la diversión.

La fiesta del renacimiento siempre era causa de júbilo en todo Iacos. Incluso entre las clases bajas, al sur de la pradera y más allá de donde Aegon y yo vivíamos, la gente se las arreglaba para tener una pequeña celebración. Muchas veces era necesario hacerla de forma comunitaria debido a que no todos podían permitírselo, pero cada inicio de año sin falta, desde el final de los Cinco Años Oscuros, el reino renacía y agradecía el comienzo de una nueva época.

En el palacio, por supuesto, aquella celebración se alzaba a niveles que jamás en mi vida había creído posibles, y no se limitaba solo al salón de baile. Los corredores cercanos e incluso patios y jardines también se habían aprovechado para expandir el alcance de la fiesta, llenos de mesas de apuestas, carpas con adivinas y juglares y más mesas de vino y comida.

Era algo tan grande que no pude evitar pensar que ahora conocía las dos caras de una moneda, luego de haber vivido al sur de la pradera y ahí en el palacio. Era desconcertante y a la vez hipnótico ver tantos colores en la decoración, los destellos de la pedrería en los vestidos, la forma en que la luz caía sobre todos como si ese renacimiento fuese algo más que meramente simbólico.

No solía ser yo quien prestaba atención a ese tipo de detalles; casi siempre era mi hermano quien me los hacía ver, pues su don para la pintura parecía obligarlo a observar cada parte de un todo como si fuese algo único, a percibir cosas que daban la impresión de estar a la vista de todos pero que nadie parecía notar. A mí me atraían más los sonidos y algo que pudiese generar una sensación más física. La música, el olor de la comida, el sabor del vino, la textura de la fina tela que llegaba a rozar con mi mano cada vez que pasaba junto a alguien...

Sin embargo, era tal la atracción visual que generaba todo ahí que por una vez me resultó imposible ignorarla. Casi me hubiese gustado que mi hermano hubiese estado en mi lugar para que después hiciera una pintura tan llena de color y vida.

Habría sido preciosa.

—Creí que ibas a dejarme plantada —saludó Arlina con una enorme sonrisa, apareciendo de algún lugar entre la gente y enlazando su brazo con el mío.

—Ah, vamos, sabes que no haría algo así —descarté también con una sonrisa.

Arlina lucía preciosa en su vestido púrpura... o tal vez era violeta, Aegon era el que sabía de colores. A mí lo primero que me atrajo, incluso antes que su apariencia, fue su perfume; un delicado olor a frutas que parecía flotar a su alrededor. Incluso su cabello, recogido en un moño decorado con perlas que le daba una apariencia juvenil y que hacía que sus desordenados rizos dorados parecieran ser una corona, tenía un muy sutil aroma a rosas que pude percibir cuando se acercó para darme un beso en la mejilla por saludo. También me sentí cautivado por la dulce sensación de su mano sobre mi brazo, esa misma que aparecía cada vez que estaba en la enfermería con ella, así como la forma en que la vaporosa tela de su vestido hizo cosquillas sobre el dorso de mi mano cuando la rocé sin querer.

Y eso solo me hizo sentir un tanto culpable. Era claro que a Aegon le gustaba Arlina, aunque no estaba muy seguro de que él mismo se hubiese dado cuenta. Y lo peor de todo era que no podía negar que ella también me gustaba a mí, así que me permití disfrutar por un momento el contacto y traté de dejar la culpa de lado.

Un palacio de espejosWhere stories live. Discover now