El día se volvió tarde y la tarde se hizo noche, el muchacho ya se había comenzado a arrepentir de no aceptar los 5 doblones, aunque claro, jamás lo aceptaría en voz alta, por fin se rindió y tomo el camino de regreso a casa, solo tendría que caminar por el mismo bosque por el que pasaba todos los días, pero esa noche, algo era diferente.

El aire frío pasaba por su piel acariciándola con pena, las hojas de los árboles chocaban entre si y parecían seguir el ritmo de las pisadas de las vacas, finalmente, a lo lejos, fuera del camino de tierra, se podía ver cómo se encendía una pequeña luz brillante, Kokichi detuvo su andar y miro la luz por un momento, se trató de convencer de que no era buena idea ir hacia allá, pues había escuchado muchos cuentos dónde los niños eran terriblemente castigados por andar de curiosos. Finalmente no pudo resistirse.

Después de varios pasos la luz se apagó y un escalofrío cubrió su cuerpo entero cuando escucho una profunda y melancólica voz.

- ¿A cuanto vendes esas dos vacas?

Kokichi miro a su alrededor, pero no había nadie, comenzó a sentir pavor pero su boca respondió sin darse cuenta.

- ¿C-Cuanto tiene?

- hmm - hubo silencio por un rato y después volvió a escuchar - te daré 6 habichuelas

- ¡Que estupidez!

La presencia pareció sorprenderse por el cambio repentino del chico, se notaba que no lo conocía de nada.

- ¿Qué clase de idiota cambiaría dos vacas por 6 habichuelas? ¡Es ilógico!

- estás no son habichuelas comunes, son mágicas

- ¡No tengo 6 años! La magia no existe

El chico se dió la media vuelta con la cuerda de las vacas en la mano y se dispuso a irse, pero las ramas de los árboles se retorcieron dejándolo encerrado, pateo las ramas y trato de arrancarlas pero era inútil, él no tenía la fuerza suficiente para separarlas.

Sintió un torbellino de aire detrás suyo, volteo y lo primero que vio fue a un enano de mirada muerta, ropas azules de trapo y dos grandes orejas de una especie de gato, el muchacho palideció y el enano habló.

- te daré 6 habichuelas por tus dos vacas...

×°×°×°×°×°×

Cuando regreso a casa ya no tenía a las dos vacas, solo las habichuelas que reposaban en su mano, se sentía un completo estúpido, por más que aquel enano trato de convencerlo, siguió sin creer que hubiera magia involucrada, pues si se ponía a pensar lo suficiente podría encontrar explicación lógica para todo lo que pasará, pero no había otra forma de huir, ese tipo raro no lo dejo irse hasta que acepto el trato.

Respiró hondo y abrió la puerta rezando porque su madre no lo viera, sabía lo mal que le iría en el momento que ella se enterará de lo que hizo, para su mala suerte, ella estaba justo enfrente de la chimenea esperándolo.

- ¡Por fin llegas, me asustaste mucho! - rápidamente la mujer se levantó y comenzó a ver su cara y acomodar su cabello esperando que no tuviera ninguna herida - ¿Cómo te fue? ¿Cuánto te dieron?

Kokichi trago saliva y bajo la mirada cómo un niño regañado, no quería abrir la mano, pero tampoco tenía opción, en cuanto la madre vio las habichuelas se hecho a reír,pues pensaba que era otra broma de su hijo, pero al ver que este no se reía cambio su expresión.

- ¡Cómo pudiste hacer algo así! - los regaños no se hicieron esperar ni un segundo - ¿¡Que acaso no ves la situación en la qué estamos!?

- ¡P-Pero son mágicas! - trato de excusar usando la misma técnica del duendecillo

Kokichi Y Las Habichuelas Mágicas Où les histoires vivent. Découvrez maintenant