58. Sangre de demonio, Lágrimas de ángel

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*Nicolás y Arthur en imagen*

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| | A R T H U R | |

— ¿Quieres que sea un espía?

— Si puedes encontrar algo que sirva como evidencia de sus crímenes, puede ir a prisión, aunque tampoco garantizo que eso funcione —permanecí absorto, analizando lo que me estaba pidiendo.

¿Él realmente estaba confiando en mí para eso? Nicolás... iría a prisión si lo obedecía y si eso pasara, ¿qué sería de mí?

Como me estaba tardando en responder, arqueó desconfiado una ceja.

— ¿Qué? ¿No quieres hacerlo?

— Sí... Quiero que Nicolás pague por todo lo que ha hecho, pero... no sé si pueda hacerlo, ¿y si lo echo a perder?

— Entonces los dos estaremos jodidos. A tí tal vez te perdone, después de darte un escarmiento que no olvidarás y si me encuentra, ten por seguro que me dará cuello, así que más te vale que no lo eches a perder —me sonrió ligeramente con sarcasmo, volviendo a presionarme con una expresión de "no la cagues".

Tragué saliva y sin pensarlo mucho, simplemente respondí:

— Ha-haré lo que pueda, pero ¿cómo voy a comunicarme contigo? —sacó una libreta y una pluma de sus bolsillos, escribió algo en ella, arrancó el pedazo de papel y me lo ofreció para tomarlo.

— Este es mi número. Puedes llamar o enviar un mensaje de texto —iba a agarrarlo cuando rápidamente lo apartó—, ¿tenemos un trató? —me extendió su mano a modo de cierre.

Lo medité por largos segundos, dudoso.

A pesar de todo, Nicolás era importante para mí, nunca iba a poder negarlo y cómo su hermano, él es mi responsabilidad.

Acepté el apretón de manos, recibiendo una media sonrisa de satisfacción por parte del rubio quien me dio el papel con su número. Lo doblé lo mejor que pude y lo guardé en mi bolsillo del pantalón.

— Tenemos que irnos... Alguien va a venir —salimos de la fábrica, donde se reunió con sus hombres—, ¿te parece si te dejo inconsciente?

— ¿Qué? —vi cómo uno de los hombres se me acercó con una botella cuyo contenido acabó moderadamente en un trapo.

Estaba por alejarme, pero él fue más rápido y logró agarrarme, cubriéndome la nariz con la tela empapada de lejía.

Eso ya me había pasado antes y no me gustaba para nada.

No pude evitar aspirar aquella toxina, pues necesitaba respirar.

Miré a Gerard en una imagen difusa cuando la sustancia comenzaba a hacer efecto, lo que me hizo perder poco a poco el conocimiento. Me dio la espalda para irse.

— Tranquilo, es sólo para disimular... Nos volveremos a ver, pequeño ángel —pocos segundos después, todo se volvió negro.

[ . . . ]

Sentado en mi cama, contemplé en mi poder el pedazo de papel con un número de teléfono, meditando sobre aquella decisión de la que estaba empezando a dudar.

¿Realmente iba a atreverme a hacerlo? Decirlo era una cosa, pero llevarlo a cabo era otra muy distinta.

Contemplé en la palma de mi mano el número de Gerard. Si hacía lo que me dijo, ¿eso me convertía en un traidor?

Mi demonio Nicolás [  VOLUMEN 3 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora