Capítulo 9: "El dorito de la salvación".

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Al abrir los ojos, sentí como si me hubiesen golpeado la cabeza con una piedra repetidas veces durante toda la noche.

- Carajo.. - Protesté. Logré sentarme lentamente sobre el sillón.

- ¿Estás bien?. - Esbozó algo preocupado el pelicastaño.
- La resaca de mi vida. - Protesté. - ¿Dónde estoy?.
- Y la única que tuviste, según tú. - Añadió. - Estás en mi casa, anoche te desmayaste y te trajeron aquí.
- ¿Qué?. - Analicé el espacio y pude notar que Víctor estaba entrando a la habitación con paños en las manos.
- ¿Cómo se encuentra?. - El pelinegro se sentó a mi lado y dirigió su mirada hacia Alex.
- Nada que no tenga alguien común y corriente en su primera resaca. - Rodó los ojos.
- No debería estar aquí, mi tía debe estar preocupada. - Busqué mi teléfono e intenté desbloquearlo.
- Si, sobre eso.. - Estrujó el paño en un plato hondo y luego dirigió su mirada hacia mí. - Ya sabe que estás aquí, le avisamos.
- No, TÚ le avisaste, a mí no me metas. Suficiente que os dejé dormir en mi casa. - Protestó el pelicastaño.
- Porque fue culpa tuya que se haya emborrachado de tal forma. - Ambos intercambiaron miradas de odio.
- ¿Cómo fue que la contactaste?.
- Desbloqueó tu teléfono, es todo un criminal. - Dijo indiferente el pelicastaño mientras jugaba en su computadora.

Al instante en que lo mencionó, Víctor le lanzó un almohadón a la cabeza y el otro se quejó, yo por mi parte, lo miré con mi ceño medio fruncido.

- Otro crimen más a la lista, rufián.
- Como sea, debes tomarte una ducha.
- ¿Usarán mi baño también?. - Protestó Alex.
- ¿Quieres dejar de quejarte?.
- No te preocupes, iré a casa y me ducharé allá. - Intenté levantarme pero el dolor de cabeza se hizo más intenso. - Mierda.
- No creas que te dejará ir tan fácil. - Se dió media vuelta y nos miró a ambos. - Estuvo toda la noche molestándome porque no te bajaba la maldita fiebre.
- ¿Tuve fiebre?. - Dirigí mi mirada hacia el pelinegro, quien tenía la cabeza gacha. - ¿Por qué te quedaste?.
- Estaba preocupado, ¿Qué no es obvio?. - Protestó el pelicastaño. - Sólo que podría haber sido en la casa de Charlie y no en la mía, no quería irme tan temprano de la fiesta.
- Cierra la maldita boca, Alexander. - Frunció su ceño, sus orejas estaban rojas. - Es culpa tuya que él esté así.
- No vuelvas a llamarme así. - Sus ojos reflejaban furia.
- Es culpa mía, pude haber sido más responsable. - Admití.
- Igual no te sentó mal el alcohol, parecía que te estabas divirtiendo. - Agregó Alex mientras que el pelinegro lo fulminaba con la mirada.
- No lo sé, no recuerdo mucho. - Mentí, realmente no tendría las fuerzas suficientes como para hablar con Víctor teniendo en cuenta lo que pasó anoche, sería extraño.
- ¿No recuerdas nada?. - El pelinegro me miró fijamente.
- No. - Desvié mi mirada hasta el plato con los paños fríos. - No son necesarios, ¿puedo tomarme una ducha aquí, Alex?.
- Claro. - Dijo algo irritado. - ¿Necesitas ropa?.
- Si no es mucha molestia. - Agaché la cabeza.
- Fíjate en los muebles, yo iré por algo de comida. - Subió las escaleras instantáneamente.

Comencé a husmear entre las camisetas, no pienso quedarme con la camisa blanca que usé anoche. Noté que todas eran de las que se adherían al cuerpo, realmente no quiero ponerme algo así.

- ¿Sucede algo?. - Víctor se asomó al notar mi mueca de desagrado.
- Son pequeñas. - Lo miré algo apenado. - Me incomodan.
- ¿Quieres esta?. - Señaló su camiseta.
- Es tuya.
- ¿Y?. - Elevó una de sus cejas.
- ¿Qué te pondrás tú?.
- No me molesta usar ropa adherida al cuerpo. - Elevó sus hombros con indiferencia.

Sin siquiera esperar una respuesta, se sacó la camiseta y me la dió, me quedé helado por la escena de recién, no le podía sacar los ojos de encima.

Pareces un maldito acosador.

- ¿La usarás o no?. - Me miró fijamente mientras buscaba otra camiseta para ponerse.

En otra sintoníaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz