8.

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8. Cafeteria.

La brisa lo golpeaba en el rostro por lo rápida que corría, spreen maldecia internamente que el taxi se quedará atrapado en el tráfico, el pobre ni siquiera había desayunado y ya se encontraba corriendo una maratón.

Si fuera cualquier otra persona ya se hubiera desmayado, pero digamos que spreen ya tenía experiencia por su  maravillosa vida de universidad.

Cuando vio a lo lejos la fachada de la tienda de tanizen comenzó a bajar el ritmo para recuperar un poco aire y se acomodo la ropa que se había desarreglado.

Miró a los lados buscando al hechicero, algunas personas iban y venían, salían y entraban de la tienda de empeños, que por lo visto era muy éxitosa, pero no había rastro de Juan.

Miró durante largos minutos a su alrededor y por fin se dio cuenta que apoyado en la pared exterior de la tienda estaba un chico que no se había movido de ahí desde que el llegó.

Desde su lugar miró la silueta del chico, no podía verle el rostro pues el chico estaba con un sombrero bucket y con la cabeza algo inclinada mirando su celular.

Segundos después de que spreen se percatara de la presencia del desconocido, el chico levantó la cabeza con su celular en la oreja al parecer llamando a alguien.

Su celular casi al mismo tiempo vibró en su bolsillo, era Juan.

Sus ojos se conectaron por unos segundos.
Negro y miel se encontraron, combinaron y armonizaron, una extraña combinación pero una hermosamente desconocida.

Spreen sintió una extraña sensación, fue un sentir intenso y desconocido que lo obligó a desviar la mirada.

— ¡Spreen! No te había visto. — En cuestión de segundos Juan había llegado a su lado, spreen por alguna razón estaba ¿avergonzado? El argentino no podría darle un nombre a lo que sentía ahora.

— Eh... Yo tampoco.— Spreen se rasco la nuca un poco nervioso. —¿Nos vamos ahora?—

—¡Claro! Para eso vinimos.— El entusiasmo de Juan era evidente, tal vez un poco más de lo habitual para una salida de amigos. — ¿A dónde me llevarás? —

— Conozco una cafetería donde sirven cosas re ricas, ahí podemos hablar con tranquilidad. —

— Pues andando. ¿cojemos un taxi? —

Spreen se aguanto un carcajada, aveces este hombre completamente serio podía tener el humor de un niño de diez años. —Puff- si dale, vámonos. —

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Los dos jóvenes se encontraban en una pequeña mesa redonda en la parte exterior de la cafetería, el sol era cálido pero no generaba fatiga las corrientes de aire eran recurrentes pero no molestaban, era un ambiente agradable y cómodo.

Minutos antes habían pedido café y tiramisú y ahora solo se encontraban conversando.

— Y Juan, contame, ¿qué sentís al ser un hechicero? —
Spreen sin esperar un poco más comenzó su plan de sacar la mayor información posible.

— Bueno no siento nada en especial, tal vez ya me acostumbre a ser tan increíble. — Juan respondió con un tono bromista.

Spreen solo una pequeña risa y lo miró con un poco de burla. —¿Siempre sos tan narcicista?

Juan sonrió arrogantemente. — Aveces, pero no lo considero narcisismo si solo digo la verdad. —

Spreen estaba pensando en que más preguntar si sonar invasivo pero el hechicero se adelantó a él.

𝘕𝘰𝘵𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘢𝘥𝘢. #𝙨𝙥𝙧𝙪𝙖𝙣Where stories live. Discover now