42 | EL REY EN EL NORTE

978 102 1
                                    

Unos días después, Alayna estaba con los brazos cruzados en el salón de Winterfell, donde solían comer los Stark. La habitación se sentía vacía y fría, la luz que entraba por las ventanas era de un color azul tenue que solo se sumaba a la sensación congelada. Jon tocó con las manos los respaldos de las sillas mientras Melisandre se paraba a un lado.

—Cuando teníamos banquetes, mi familia se sentaba aquí y yo, allí atrás —dijo Jon señalando al otro lado de la habitación.

—Pudo haber sido peor, Jon Snow —dijo Melisandre—. Tenías una familia. Tenías banquetes.

—Sí, tienes razón. Tuve más suerte que la mayoría —respondió Jon.

—Además, te sentabas a mi lado —dijo Alayna—. Y todos sabemos que yo hice que esos banquetes fueran divertidos.

Jon se rió, recordando cómo Alayna una vez le había lanzado una cucharada de papas a través de la mesa a su hermano y lo golpeó de lleno en la cara mientras hablaba con una chica linda—. Sí, lo recuerdo.

Sir Davos entró en la habitación, o mejor dicho, irrumpió en la habitación, con el rostro lleno de rabia. Le arrojó algo a Melisandre, quien lo atrapó y lo miró con una mirada repentinamente preocupada.

—¿Qué es eso? —preguntó Alayna.

—Diles —dijo Davos—. Diles a quién le pertenecía.

—La princesa Shireen —respondió Melisandre.

—Diles lo qué le hiciste —dijo Davos—. ¡Diles!

Melisandre se estremeció, pareciendo ahogarse con sus palabras—. La quemamos en la hoguera.

Alayna palideció—. ¿Qué?

Davos tembló de ira y dolor—. ¿Por qué?

—El ejército estaba atrapado, los caballos estaban muriendo —dijo Melisandre—. Era la única manera.

—¡Quemaste viva a una niña! —gritó Davos.

—¡Solo hago lo que mi Señor ordena!

—Si te ordena quemar niños, tu Señor es malvado —espetó Davos.

—Estamos parados aquí gracias a él —dijo Melisandre—. Jon Snow está vivo porque el Señor así lo quiso.

—¡Amaba a esa niña como si fuera mi hija! —gritó Davos—. ¡Era buena, amable y tú la mataste!

—También su padre —respondió Melisandre—. Y también su madre. Su propia sangre sabía que era la única manera.

—¿La única forma de qué? —preguntó Davos—. ¡Todos murieron de todos modos! Les dijiste a todos que Stannis era el elegido. Se lo hiciste creer a él, los engañaste a todos, ¡y mentiste!

—¡No mentí! —replicó Melisandre—. Estaba equivocada.

—Sí, estabas equivocada —dijo Davos—. ¿Cuántos murieron porque estabas equivocada? —se volvió hacia Jon—. Pido permiso para ejecutar a esta mujer por asesinato. Admitió el delito.

Melisandre negó con la cabeza casi imperceptiblemente cuando Jon preguntó—: ¿Tienes algo que decir a tu favor?

—Hace mucho años que estoy lista para morir —dijo Melisandre—. Si el Señor ya acabó conmigo, que así sea, pero no es así. Has visto al Rey de la Noche, Jon Snow. Sabes que la Gran Guerra está por venir. Sabes que el ejército de los muertos vendrá pronto por nosotros. Y sabes que puedo ayudarte a ganar esta guerra.

Jon se acercó a Melisandre—. Cabalga al sur hoy. Si regresas al Norte, haré que te cuelguen por asesina.

Melisandre dejó el ciervo de madera quemado y se dirigió a la salida. Davos bloqueó su camino—. Si alguna vez vuelves aquí, te ejecutaré yo mismo.

BLACK BLOOD | Jon SnowWhere stories live. Discover now