39 | LA NOCHE ANTES DE LA BATALLA

908 115 3
                                    

En el momento en que Ramsay dio la vuelta con su caballo y galopó de regreso a Winterfell, Jon dejó caer los hombros y se volvió hacia Alayna—. ¿Estás bien?

Ella asintió—. Tu hermana tiene razón. Morirá mañana.

Cabalgaron de regreso al campamento, y cuando Jon vio que Alayna parecía estar experimentando cierta incomodidad al intentar desmontar su caballo, se apresuró a ofrecerle la mano. Ella se estremeció ante el toque de sus manos en sus caderas, pero se relajó poco después y permitió que Jon la ayudara a bajarse del caballo.

Jon puso su mano en su mejilla—. No dejaré que gane.

—Lo sé —respondió Alayna—. Sé que no lo harás.





Se reunió con Jon por la noche, cuando estaban discutiendo estrategias de última hora, y lo encontró de pie con sus hermanos y media docena de personas más.

—Si fuera listo, se quedaría dentro de Winterfell y nos esperaría —dijo Jon.

—Él no es así —dijo Davos—. Sabe que el Norte está observando. Si las otras Casas le ven debilidad, dejarán de temerle. No puede permitirlo. El miedo es su poder.

—Y su debilidad —dijo Jon—. Sus hombres no quieren luchar, pero se ven obligados a hacerlo. Si ven que la marea cambia...

—No son sus hombres los que me preocupan —dijo Tormund—, sino sus caballos. Sé el daño que pueden hacer los caballeros montados —miró a Davos—. Stannis y tú nos atravesaron como la orina en la nieve.

—Estamos cavando trincheras a lo largo de nuestros flancos —dijo Jon—. No podrán atacarnos como lo hizo Stannis, en doble envolvimiento —Tormund parecía confundido—. Movimiento de pinzas —aún así, Tormund parecía no entender—. No podrán atacarnos por los costados —dijo Jon, señalando el mapa para guiarse.

—Bien —respondió Tormund, finalmente comprendiendo.

—Es fundamental dejar que nos ataquen —dijo Davos—. Tienen mayoría, nosotros, paciencia. Si doblega nuestro centro, nos seguirá y lo tendremos rodeado por tres lados.

—¿En serio pensaste que ese imbécil pelearía hombre a hombre? —preguntó Tormund.

—No —respondió Jon—. Pero quería hacerlo enojar. Quiero que venga hacia nosotros con todo.

—Deberíamos dormir un poco —dijo Davos.

—Descansa, Jon Snow —dijo Tormund—. Te necesitamos alerta mañana.

Cuando todos los demás se fueron, solo quedaron Sansa y Alayna. Sansa caminó alrededor de la mesa—. Así que viste al enemigo, hiciste planes de batalla...

—Sí, para lo que sirven —respondió Jon.

—Lo has conocido por una sola conversación, tus consejeros y tú, y se sientan a hacer planes para derrotar a un hombre que no conocen —dijo Sansa—. Yo viví con él. Sé cómo piensa. Sé cómo le gusta lastimar a la gente. ¿Alguna vez se te ocurrió que yo podría tener algo que aportar?

—Tienes razón —dijo Jon.

—Crees que caerá en tu trampa, pero no será así —dijo Sansa—. Él es el quien las pone.

—Está demasiado confiado —dijo Jon.

—Juega con la gente —respondió Sansa—. Él es mucho mejor en eso que tú. Lo ha hecho toda su vida.

—¿Y qué hice yo toda mi vida? —preguntó Jon, poniéndose de pie—. ¿Jugar con escobas? Luché más allá del Muro contra peores que Ramsay Bolton. Defendí el Muro de cosas peores que Ramsay Bolton.

BLACK BLOOD | Jon SnowWhere stories live. Discover now