Capítulo 9

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No sé si lo que he hecho se puede considerar dormir. Las pesadillas han atormentado mi descanso y he tenido que ir al baño varias veces a mojarme la cara y el cuello para intentar asimilar que estoy bien y que solo era un sueño. Llevo despierta unas cuantas horas y me atrevo a salir de la habitación a intentar conseguir algo de comer porque me muero de hambre. Es de noche y la casa está silenciosa.

El dolor ha desaparecido, aunque aún me siento bastante cansada. He vuelto a embadurnarme en crema y espero que realmente funcione y los hematomas se quiten rápido. La casa no está a oscuras, por suerte, hay pequeñas lámparas encendidas a lo largo del pasillo y camino con cuidado para no despertar a nadie.

Me muevo por sigilo hasta llegar a la planta baja y miro hacia ambos lados para ver si hay alguien. La casa es pequeña, por lo que no tardo mucho tiempo en ver que estoy sola.

Entro en la vieja cocina y me dirijo directamente a la despensa en busca de un trozo de pan y queso.

—¿Hambrienta?

Doy un brinco y me giro con el corazón en la garganta. Darren se encuentra frente a mí con una pequeña sonrisa en su rostro. Su pelo negro está desordenado y le está saliendo barba, por lo que está aún más atractivo de lo que es. Lleva la misma ropa que cuando lo vi antes, solo que ahora los pantalones son más cómodos.

—Sí —carraspeo—, pero no sé si debería...

—Dudo que a Heath le moleste que nos sirvamos nosotros mismos —se acerca a mí y me pego a la puerta de la despensa para dejar que su mano saque comida. Pan, queso y huevos.

—¿Sabes cocinar?

—¿Tú no? —Me pregunta con sus cejas levantadas cuando se aparta de la despensa.

—Algo sé —me encojo de hombros.

Vivir toda tu vida rodeada de sirvientes significa no hacer nada por ti misma, por lo que tendré que aprender rápido. No soy tonta, pero estoy segura que se me escapan muchas cosas culinarias.

—Puedes ir cortando el queso y el pan —me dice dándome un cuchillo— Yo haré los huevos.

Asiento y hago lo que me pide con cuidado y tomándome mi tiempo.

—¿Estás mejor? —Me pregunta.

—Sí, estoy mejor. Yo... Sentí como si me estuvieran rompiendo las extremidades.

—Puede que eso estuviese a punto de ocurrir —lo miro con los ojos bien abiertos— No voy a mentirte. He visto los cuerpos después de un ritual satánico —coge el trozo de pan que he cortado y lo mete en su boca— No quedan muy bonitos —dice con la boca llena.

Junto mis labios en una fina línea y miro de nuevo al pan. Estoy teniendo muchísima suerte y no sé a qué se debe. ¿Puede que esté jugando con el destino? O... ¿El destino está jugando conmigo? Creo que debe ser eso último.

—Estás bien —su gran mano se pone sobre la mía. Sus dedos son largos, sus venas están marcadas y tiene pequeñas cicatrices. No entiendo por qué ha puesto su mano sobre la mía hasta que me doy cuenta que he empezado a temblar.

Suelto el cuchillo y él quita su mano. Me froto el rostro y muevo mis hombros de delante hacia atrás.

—Estoy jugando mucho con la muerte.

—Bienvenida al club —sigue con los huevos—. Lo bueno es que la estás esquivando.

—Más bien he esquivado una, tú te has encargado de las otras dos.

—En Prinnecia, ¿no?

—Sí.

Probablemente quiere que le cuente más, pero no lo hago. Vuelvo al pan y al queso y termino de cortarlo en el momento en el que él pone dos huevos en cada plato. Ambos nos sentamos en la mesa que se encuentra en la cocina y empiezo a comer en silencio. Los huevos están riquísimos y el queso es una delicia.

PRINNECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora