4. Masaru Hayashi

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Desde que entró a ese prostíbulo, sabía que era mala idea estar ahí, pero sus motivos iban más allá de tener a una puta que había sido tocada por muchos hombres antes que él.

Cuando su ayudante le dijo que había una sección de más exclusividad dentro del putero de Kumo en el cual estuvo meses tratando de entrar, no lo dudó dos veces en aceptar aquella invitación del área VIP, porque no era fácil estar en esa zona exclusiva en la cual ese jefe Yakuza sólo destinaba a los más grandes compradores, es decir, aquellos que podían pagar una cuantiosa suma de dinero por la exclusividad de una de las mujeres más “preciadas” del delincuente, cosa que por su puesto el podía permitirse y por muchas veces.

¿Comprar una virgen? Bueno, al menos le ayudaría a su propósito. Kumo era muy astuto, pero no más que él. El hombre no tenía pensado en comprar a ninguna mujer, quizás el que se acostase con una o dos prostitutas le habría venido bien para ganarse la confianza de Yakuza, al cual le aseguraría que no se le “antojó” nadie.

Sin embargo su asistente lo persuadió a que entrara a la compra de “niñas vírgenes”, total si quería ganarse la confianza de aquel mal nacido debía de al menos gastar unos cuantos miles, o millones, para acercarse a él y esa era la mejor forma.

Chica tras chica llegaba a ese extraño lugar. Ninguna llamaba su atención lo suficiente como para indicar que fuera comprada, si bien era algo repugnante y nada legal, era la única manera que había para lograr su cometido: descubrir al maldito que le arrebató la vida a su padre.

Se llegaba el turno de la última mujer que entraría a esa ridícula caja de sorpresas. Estuvo a nada de retirarse, cuando las luces se prendieron y mostraron a aquella criatura que se veía asustada como un ratoncito a punto de ser utilizada para algún experimento.

Cuando miró a la joven llamada “Mayka” (nombre que ni de chiste era de ella) hacia el frente, quedó estupefacto por la belleza que tenía. Su piel tersa, suave y limpia, casi cremosa. Su cabello negro hasta la cintura con aquel flequillo que enmarcaba su bonito rostro.

Toda ella era como un efímero recuerdo que se manifestaba a través de una fotografía que, hacía muchos años atrás, había visto y no podía olvidar. Sin duda alguna…
Vaya sorpresa que se llevó.

Unos ojos marrones, grandes que reflejaban miedo. Un cuerpo de ensueño, en donde todo lo correcto era cubierto con aquel conjunto rojo. Era hermosa, casi perfecta y estaba siendo subastada como si fuera cualquier cosa para el mejor postor.

Ridículamente la oferta iniciaba con 150 mil dólares, a la cual sumó el doble. Otro más ofreció casi 400 mil y él indicó que la oferta se subiera a 500 mil, otro  dio otra cifra y uno de esos hombres había ofrecido 700 mil por esa chica.

Nadie le iba a ganar y empezó a realizar ofertas hasta que pagó 1.5 millones de dólares por la jovencita. Aquel hombre que dirigía la subasta dio por terminado el asunto. De inmediato salió, pero a él junto a Masaru lo había abordado un hombre que lo invitaba a pasar a la oficina de Kumo.

Aquel jefe Yakuza tenía un extraño atuendo un tanto excéntrico, una máscara,  una estúpida peluca color verde, y algún aparato que modificaba la voz. Prácticamente el sujeto le había dicho al hombre que se hacía pasar por Masaru Hayashi, que estaba contento con la compra y que podía tener a la chica, una vez que hubiese realizado el pago.

Este le entregó un maletín con el dinero que previamente había preparado por si lo necesitaba, sin embargo, Kumo le advirtió que aunque había pagado por la chica ella debía quedarse, pues la suma estúpida de dinero que había dado no cubría la libertad de ella, si es que quería quedarse con la pequeña Mayka.

Nunca se había imaginado que debía de pagar por una mujer de esta manera, pero si lo hacía era porque no era cualquier chica la que estaba en juego, era ella.  Y aunque ya había dado una oferta estúpidamente alta, no dudaba en dar otra cifra que pusiera contento a Kumo.

“¿Cuánto más será?”, preguntó Hayashi.

“500 mil más y será toda tuya señor”, dijo Kumo.

El viejo hombre que se hacía pasar por Masaru Hayashi había recibido un apretón de él en el hombro, se hacía pasar por su guardia de seguridad y estaba cubierto por una máscara de cuero que lo asfixiaba a más no poder pero lo mantenía tan bien oculto que Kumo no lo percató. Así que el supuesto Hayashi supo captar la señal y  sin más aceptó la oferta del maldito Yakuza.

-¿En ese lugar te enseñaron a sólo obedecer?- dijo el hombre.

Rin se sobresalto al escuchar a su ahora “dueño”. Su voz no era para nada de un viejo, sólo esperaba que este no fuera un desgraciado pervertido, o que al menos no le hiciera cosas raras.

-No- contestó Rin muy monótonamente.

-Ya veo- dijo el hombre que con un dedo en la barbilla, la analizaba.

Decidió pararse y ponerse frente a ella, se agachó ligeramente y tomó a la joven de los brazos para ponerla de pie, pero ella seguía con la mirada baja- no me gustan las mujeres sumisas, Mayka-dijo ante estas últimas palabras Rin lo miró de inmediato.

Pero quedó sorprendida pues lo que veía no era para nada lo que había esperado en un principio, los ojos de aquel individuo la atravesaban como flechas y entró en pánico al detallarlo más de cerca, su cabello era de un color que ya había visto y su piel era en extremo blanca.

-K-Kumo…- el hombre frunció el ceño, le había llamado por el apodo de aquel desgraciado.

-No soy él- le dio la espalda y fue a sentarse a la misma silla en la que había estado de espectador y prendió una lámpara que iluminaba aquel rostro y Rin lo detalló mejor.

Aunque la joven no había visto del todo a Kumo podría jurar que era él, y la única pista que tenía era el cabello. El aparente señor Masaru Hayashi tenía el cabello largo, pero analizándolo mejor, no era como el de aquel maldito proxeneta.

El hombre que tenía frente a ella tenía unos extraños ojos dorados que parecían escarbar más allá de su alma, era sumamente guapo, pero eso no quitaba que ese la había comprado como una vil vaca para el matadero.

Estuvo a punto de suplicarle que no le hiciera daño, pero recordó las palabras de Suki que no hiciera nada estúpido. Y así lo haría, quizás el hombre en un futuro se aburriría de ella y la dejé libre.

-Dime, ¿En realidad te llamas Mayka o es el nombre que ese degenerado te dio?- dijo el sujeto mientras la veía fijamente.

Rin estaba sumamente nerviosa, así que decidió revelarle que su nombre verdadero no era Mayka, sino el nombre que Kumo había ordenado a Suki darle, ya que según lo que su “tutora” le dijo, es que él sujeto comentó que “Mayka no tiene ningún significado, así como la tonta niña”.

-No señor, mi nombre es Rin, pero sólo la señora que cuidaba de mi, me decía así porque el jefe Kumo ordenó que hasta mi nombre no debía de ser mencionado si él no lo ordenaba- dijo aquella muchachita con la cara baja.

El hombre analizó cada una de las palabras que Rin le había dicho y tenía mucho sentido, pero aún no entendía el proceder de Kumo hacia ella, pero eso era lo que menos importaba en esos momentos. Después de mucho tiempo la habían encontrado, cuando por años la habían creído muerta.

¿Quién lo diría? Kumo había cometido un grave error al haberla dejado con vida. Ahora lo que su padre había prometido se cumpliría y así también vengaría la muerte de su progenitor.

...

Bueno aquí la cuarta parte. Lamento no haber podido actualizar y contestar sus mensajes, he tenido algunos asuntos que resolver pero ya estaré más seguido actualizando.

Buenos ahora sí adivinen cómo serán las cosas de hoy en adelante, sólo les digo que las cosas no son como parecen.

Hasta pronto 🙊

MonsoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora