Extra #1.

248 33 47
                                    

Cayden sabía que todo había terminado y no había más remedio.

Aquella señora iba con el último envase grande de helado de galleta y no sabía cómo llegar a casa sin que Masie se enojara por no poderle cumplir su capricho.
Y es que había recorrido los diversos supermercados y para su suerte ninguno disponía ya de tal sabor de helado.

Los antojos a causa del embarazo lograban sacarlo de quicio en ocasiones, y es que así como a veces Masie se ponía demasiado cariñosa y pidiendo mimos de su parte, también lograba sacar su lado agresivo si no obtenía lo que tanto alegaba que el bebé necesitaba. Sus antojos al principio habían sido ligeros y normales, nada extravagante, pero conforme los días pasaban y sus deseos crecían, las raras combinaciones que le pedía eran, en ocasiones, grotescas para su gusto.

Salió del supermercado totalmente desconcertado por la situación. Sabía lo que se venía y era a una Masie llorando por no poder comer de su helado de galleta pero, ¿Podrían culpar a Cayden por no poder conseguirlo? Esa señora alegaba que lo vió primero y había empujado su carrito del supermercado para detenerlo a sacar el envase antes de que ella llegara, y si fuera poco hizo una escena frente a todos alegando su disconformidad. Lo dejó pasar, Cayden tenía gran paciencia aunque en esos últimos días no lo pareciera.

Condujo hasta la casa donde Masie y Lucas estarían esperando por su regreso; aunque cuando estacionó, se sorprendió de un nuevo automóvil frente a la propiedad y trató de adivinar de quién se trataba. Aparcó y salió con una mirada decaída, su búsqueda había fracasado y tenía que hacerle frente ahora a las consecuencias.

—Cariño, ya llegué.—Gritó al cerrar la puerta detrás suyo y se quitó la chaqueta, colocándola en el perchero.

Caminó hasta la sala cuando escuchó unas risas y se sorprendió de ver a su esposa con un gran envase del helado que tanto había buscado; Lucas se encontraba jugando en el suelo y su suegra estaba al otro extremo del sillón mientras cargaba una bolsita de regalo.

—¡Amor, que bueno que llegaste! Mamá me trajo el helado, pero no alcancé a mandarte mensaje.—Hizo un leve puchero ante la falta de comunicación y Cayden sonrió enternecido.

—Está bien, cariño. De hecho venía preocupado porque no encontré en ninguna parte.—Se acercó y besó su frente, para luego bajar y depositar un casto beso sobre sus labios.

—Por suerte en una tienda local en la residencia donde vivo lo venden, así que no dudé en comprarlo.—Mencionó la madre de Masie y él sonrió agradecido.

—Me salvó de que su hija se enojara conmigo.—Todos se rieron a excepción de Masie, la cuál hizo un puchero.

—Solo estás dramatizando, yo no podría enojarme contigo.

—Lo dice quién no me habló en todo el día porque no conseguí a las tres de la mañana una hamburguesa de su franquicia favorita.—Sonrió burlón, pinchando su mejilla.

No murmuró nada, solo se limitó a meter una cuchara del helado a su boca y siguió disfrutando en silencio. Cuando la conversación se dirigía hacía ella, prefería no comentar o posiblemente lloraría por las hormonas.

Oh, las hormonas, qué tanto no habían provocado desde su aparición en el embarazo.

(...)

Ya era noche cuando Masie se encontraba acostada lista para dormir y Cayden estaba terminando de ducharse para por fin descansar. Cuando salió del baño pudo ver como Masie se removía por toda la cama con inquietud y sosteniendo su vientre bajo, cobijándose y quitándola a los pocos segundos.

—¿Problemas para dormir?—Cuestionó mientras frotaba la toalla contra su cabello y se acercaba hacía la cama.

Masie abrió un solo ojo y asintió.—Tu bebé no me deja dormir, está pateando demasiado.

Cayden soltó una carcajada y reposó su mano sobre su vientre, sintiendo una de las patadas que tanto molestaban a Masie para conciliar el sueño.—Ah, ¿Acaso tendré que hablarle?

Cuando asintió en respuesta, se levantó para dejar la toalla en su lugar y acomodar sus cosas antes de apagar la luz y tomar lugar a su lado, acercando su rostro hasta la altura de su vientre.

—Hola bebé, ¿Por qué no dejas dormir a mami hoy?—Como respuesta, consiguió una patada que les saco una sonrisa a los dos.—Debes dejar descansar a mami o se pondrá como un ogro y nadie quiere eso.—Consiguió un golpe en su espalda por parte de Masie y rió, continuando.—¿Por qué estás tan inquieto últimamente, eh cariño? ¿Acaso ya quieres salir? Sé que sí, pero para ellos falta muchos días más. Mami y yo ya estamos terminando de preparar tu habitación, y Lucas ya se comprometió a compartirte sus juguetes como el hermano mayor que es, también dice que se encargará de cuidarte y te llevará a clases, te ayudará con las tareas y demás. Creo que es el más entusiasmado ante tu llegada, no significa que nosotros no lo estemos porque te empezamos a amar desde el primer segundo en el que nos enteramos de tu existencia. No puedo esperar para tenerte en mis brazos, ya quiero enseñarte las cosas buenas de la vida y cuidarte, quiero darte todo el amor que no te puedo expresar porque aún te estás desarrollando ahí adentro. Te adoro mucho, bebé, solo puedo esperar ansioso el día que por fin te pueda tener entre mis manos.

Depositó un beso donde recibió la última patadita y observó como ya no producía ningún movimiento. Sonrió al obtener un buen resultado con su cometido y se incorporó, tomando lugar a lado de Masie y posicionándose para dormir. Cuando iba a cuestionarle sobre si ya podía descansar, pudo ver como sus ojos se encontraban completamente húmedos.

—¿Qué pasó, cariño? ¿Te sientes mal?

Negó.—Estoy bien, solo que verte siendo tan cariñoso con el bebé me pone mal.—Confesó, cubriendo su rostro entre sus manos.

—Oh, cariño...—La envolvió entre sus brazos, acunando su rostro contra su pecho.

—Eres un buen padre, siempre lo fuiste y tuviste ese apego por los niños, solo me hubiera gustado que así fuera con Lucas desde el principio y eso es lo que me pone melancólica.—Apartó su rostro de su pecho y le mostró una sonrisa.—Pero sé que no debo de tomarlo para mal porque luego supiste darle todo ese cariño a Lucas después de tantos años, y ahora podemos disrutar de esta etapa juntos. Me siento afortunada de tenerte a mi lado, gracias por seguir a mi lado aunque durante el embarazo saque mi peor parte.

Ambos rieron ante lo último, pero despues de un momento en silencio, Cayden respondió.

—No tienes nada que agradecer cuando es mi deber estar a tu lado. Aquel día en el que nos prometimos estar en las buenas y en las malas frente a todos eran nuestros votos sagrados, me gusta poder compartir este momento contigo y lo haría tantas veces fueran necesarias porque te amo y aprecio cada faceta tuya. Te agradezco a ti por aceptarme en tu vida, y estoy agradecido con la vida en general por estar a tu lado.

Sintieron sus ojos ponerse llorosos y rieron por lo posiblemente tontos que se veían a mitad de la noche recitándose palabras por la emoción del momento. Se inclinaron lo suficiente para entrelazar sus labios en un cálido y suave beso, sonriendo enmedio de este antes de acurrucarse en el cuerpo del otro y caer dormidos producto del agotamiento del día.

➵ Love never felt so good ✓Where stories live. Discover now