Capítulo 11. El Desafío

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—Me ha visto. ¡Me ha visto!

Pua retrocedió unos pasos, también un poco sorprendido por la visión que se había mostrado en el espejo circular que había en mitad del salón de piedra. Leyna descorrió la cortina deshilachada que cubría la ventana y dejó entrar los rayos de sol que cegaron a su hijo por unos instantes. Este se bajó un poco más la capucha para proteger sus ojos.

—Por favor, madre...

Maegar sonrió, su plan había funcionado.

El chico no terminaba de acostumbrarse a la magia negra que empleaba el mago. Estaba habituado a aquellas tácticas oscuras, no conocía el miedo, aunque en ocasiones reconocía que aquellas escenas podían llegar a ser algo tétricas. En ocasiones utilizaba aquel espejo para mostrarle escenas retrospectivas del pasado, o también momentos presentes o de futuro. Un objeto de singular poder que pese a verlo en infinidad de ocasiones no dejaba de sorprenderle. Sin duda Maegar era un mago muy poderoso y Pua lo admiraba y trataba con respeto. Su madre le había confiado su tutela, tal como le había dicho en muchas ocasiones y debían confiar en él. Solo con su ayuda podrían conseguir su sueño de regresar a su tierra como herederos.

—Puedes estar tranquilo. No sabe quién eres. Y es mejor que así sea, de momento... Tan solo le he permitido ver algunas imágenes inexplicables a través de un cuerno de unicornio, nada más —le tranquilizó el mago —pero es suficiente para nuestros intereses.

Leyna, que se hallaba a su lado, lo miró y asintió. Pua se relajó y escuchó atento las palabras de su madre.

—Pronto recuperaremos lo que un día nos fue arrebatado, hijo mío. El día se acerca y vengaremos la muerte de tu padre —esas últimas palabras las pronunció con rabia y odio. Se denotaba que todavía guardaba un fuerte rencor hacia aquellas gentes. Un rencor que se había incrementado de manera notoria y le había transmitido a su hijo con el paso de los años.

El chico de ojos violetas sonrió.

Pua también los odiaba aún sin conocerlos. Llevaba toda una vida exiliado en aquella fortaleza de Targo y por fin parecía que iba a emprender su primera misión, para la que llevaba largos años preparándose. Viajaría hasta el reino de Averyn donde una vez su abuelo Hertos y su padre Hildebrand habían gobernado.

A sus diecisiete años era un joven alto y esbelto. A los siete y a pesar de ser un simple Ermin, Maegar que había sido como un padre para él, le había enseñado los secretos de la magia más poderosa para que ningún Kalagar pudiera hacerle sombra llegado el momento de encontrarse cara a cara con ellos.

A los diez años, y al igual que otrora hiciera su padre, había empezado a montar a su dragón Falkor y pronto se había hecho dueño y señor de los cielos en aquel lado de la isla. Sus largos rodeos habían sido avistados por otros Kalagar, motivo por el cual había aumentado la preocupación entre esa colonia. Años atrás ya habían recibido alguna visita de su reina Yanin instando a abandonar esas prácticas peligrosas y sus malvados designios. Sin embargo, ninguna amenaza o advertencia había surtido efecto. Corría sangre real Ermin por sus venas y casi desde su nacimiento todas sus enseñanzas siempre habían sido afines al mismo propósito: vengar la muerte de su padre y destruir cualquier ralea invasora que osara impedir su gobierno en los tres reinos.

Más tarde y a los doce había comenzado un duro adiestramiento de combate, con diferentes tipos de técnicas marciales y armas, aunque reconocía que la espada siempre había sido su mejor aliada. La llamaba Yvri por sus destellos de fuego eterno, pues fulguraba al realizar fintas con ella y en ocasiones emitía alguna llamarada al transmitirle su poder. La había bautizado así desde el día que la forjaron ante él y se regalaron por su duodécimo aniversario. Poco a poco, y con un mayor dominio de su cuerpo, había logrado una silueta robustecida que hacía que sus ropajes se ciñeran a su cuerpo marcando sus fuertes músculos. Aunque desde hacía unas pocas semanas solía vestir una túnica dejada caer sobre sus hombros y una holgada capucha que le ayudaba a cubrir su rostro. Aquellos ropajes le acompañarían en sus próximos días y debía sentirse cómodos con ellos.

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⏰ Last updated: Sep 18, 2022 ⏰

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Los Tres Reinos. Siolfor.Where stories live. Discover now