Capítulo 8. Gracias

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Cuando Gaizka salió al exterior del palacio junto con Edain y los demás el panorama era completamente desolador. Grandes columnas de humo se elevaban por encima de las copas de los árboles que ya apenas se divisaban por debajo de las llamas, que ascendían con cada nueva llamarada. El bosque rugía, Garsenda lloraba, y el corazón de los presentes se encogía por momentos. Los Kobolders no cesaban en su ir y venir, transportando agua desde todos los rincones donde podían hallarla, ya fuera una fuente, un pozo o de las mismas cocinas.

El fuego todavía se encontraba lejos de su posición, pero si no reaccionaban ante aquel desastre pronto todos serían pasto de las llamas. Melowyn corría detrás de Fay intentando ayudar en lo que podía mientras Míriel trataba de explicarle a Edain lo que intuía que había sucedido. Mientras tanto Neymar miraba al cielo, intentando encontrar un claro, entre el espeso humo, que les permitiera vislumbrar a los dragones que habían ocasionado tal incendio.

—¡Tenemos que hacer algo ya! —urgía Daeron con desespero. Solo con imaginar que Li y Elba podían estar en peligro le ponía el vello de punta. Idrin permanecía a su lado, cogida a su brazo entre sollozos.

Por el contrario, Gaizka, alejándose unos pasos del resto, no había perdido ni un solo segundo y, haciendo uso de su diente de dragón, había llamado a su montura emitiendo un dulce silbido que se había transportado por todo el valle a través de las corrientes de aire.

No había tardado en acudir a su llamada un joven dragón de duras escamas verdes, con varias tonalidades de color esmeralda. Con un rugido estremecedor se había presentado en el claro, batiendo las alas y levantando una gran polvareda. Gaizka se había dirigido rápidamente hacia él y de un salto había montado sobre su grupa, sujetándose a la silla ajustada con correas de cuero que abrazaban su perímetro abdominal.

—Estaré de vuelta en unos minutos. Desde arriba podré localizarlas con mayor facilidad.

Taldor asintió y Edain le agradeció su gesto y buena voluntad. Lo que hubiera dado por estar en su lugar. Se sentía impotente por no poder ayudar más, pero adentrarse en el boque a pie tal como se dibujaba aquel escenario era un completo suicidio. Sin embargo, lo habría hecho sin dudar de no estar sujeto por Míriel, la cual trataba de calmarlo y hacerlo entrar en razón.

Hacía mucho que había perdido el contacto con Angka y se daba cuenta de que había sido un error, al igual que haber dejado el diente de dragón en poder de una niña. Nunca imaginaba que Elba pudiera actuar de aquella forma, quizá había sido demasiado indulgente. Ahora ya daba igual.

Pensó en comunicarse con el dragón blanco a través de su mente sin necesidad de usar el Siloet. Hacía años lo había conseguido, quizás todavía podía hacerlo. Se esforzó por relajar sus músculos y tranquilizar su alma.

Mientras tanto Gaizka se preparó para el despegue.

—¡Fumus aufertur! —pronunció el Drakarian antes de impulsarse con su dragón y salir despedido hacia lo más alto.

El humo, que ya se aproximaba mecido por el viento, se disipó hacia los lados dejando una clara vía de escape para el escupefuegos, que se internó por ella veloz y ágil como un torbellino.

Tras alejarse, el resto se puso manos a la obra ayudando con magia y conjuros a los Kobolders. Cualquier idea era válida, incluso humedecer zonas del bosque para evitar que, si el fuego se extendía, pudiera afectar otras zonas de Flaviangar. Algunos Kalagar no se habían podido contener, y acompañados de otros Kobolder se habían internado entre los altos troncos tratando de anticiparse y frenar el avance del fuego. Míriel imploró al Dios Tavion para que nadie sufriera ningún daño.

Mientras tanto Edain seguía concentrado en sus esfuerzos por contactar con Angka de alguna forma. Por suerte o por fortuna no fue necesario finalmente. Muchos pensaban que se trataba de Gaizka que regresaba ante la imposibilidad de encontrar a las pequeñas, pero Melowyn se encargó de confirmar que se trataba de otro dragón diferente, más corpulento y longevo. Todos se hicieron a un lado para dejar espacio y que pudiera aterrizar sin problemas. En sus garras traía un pequeño bulto que depositó en el suelo, ante ellos, de manera muy cuidadosa.

Los Tres Reinos. Siolfor.Where stories live. Discover now