Por esa razón, se encontraba allí con Jo. Ambos sumidos en la tina del baño, cubiertos de cálida agua con burbujas de alguna sal de baño que olía espectacular, en una cabaña justo frente a la playa. Habían pasado toda la mañana bajo los rayos del sol, y Josephine había querido darse un baño, a lo que él no había tardado en brindar su ayuda y compañía. Aunque le agradaba la sensación de la playa a través de sus sentidos, aquello era más agradable. Además, su ropa interior no se llenaba de arena. 

    —¿Qué ha hecho tu hermana? —consultó con cierta confusión. Se sentía dormido, y no podía rememorar el hecho por el que Jo hablaba. Con cierta lentitud, apoyó su mentón contra la cabeza de la mujer entre sus brazos. 

    —Lo del monopolio —murmuró ella—. Es muy competitiva cuando de monopolio se trata. 

    Matt asintió lentamente. Para él, ni siquiera había sido un hecho tan importante. Ophelia se había molestado por perder todo aquel dinero ficticio, y había decidido dejar de jugar a mitad de la partida. Pero él no había reparado demasiado en aquello. Menos aún, cuando utilizaba algunos de sus conocimientos de abogacía para agregar reglas que no existían al juego. También le gustaba hacer un poco de trampa. 

    —¿Por qué te disculpas por ello?

    —Creí que te había incomodado. 

    —No ha sido así —el castaño se movió despacio para tomar una de las manos de Josephine que caían a sus costados, y le dio un pequeño beso—. Entiendo su sentimiento. Yo también soy competitivo cuando me lo propongo. 

    —¿Tú eres muy competitivo? —la castaña rió, dejando caer su cabeza contra su hombro. 

    —¿No has notado todas mis tácticas legales para salir de la cárcel del monopolio? —consultó sumándose a su risa. 

    —No fuiste lo suficientemente competitivo, porque no saliste de allí durante dos partidas.

    —Eso es porque se aprovechan de que no puedo ver lo que ocurre en el tablero —comentó, ganándose una fuerte carcajada de parte de Josephine.

    —Eso no es cierto. Hemos jugado limpio… casi todo el tiempo —y una vez más, rió. Y Matt sólo podía sonreír al escucharla. 

Había una felicidad diferente en ella en ese momento. Una completa y tan contagiosa que él se sentía exactamente igual. Habían sido días buenos: la librería seguía creciendo; Matt había ganado un importante caso; y ella se encontraba junto a todas las personas que más amaba. Estaba genuina y plenamente feliz en ese momento. Y sentir su corazón latir de aquella manera —y saber que era una parte importante del porqué latía así—, provocaba que la felicidad de Murdock fuera casi hasta mayor que la de ella. 

—Eres una tramposa, Josephine Thalmann —el castaño se movió para hablar contra su cuello, mordiendo con suavidad sobre su piel—. Eres el auténtico peligro en Hell's Kitchen. 

—Sólo en mi horario laboral —respondió ella con una sonrisa—. Luego regreso a ser una mujer promedio en mi propio barrio.

—Bueno, sabes… —Matt guardó silencio durante unos pocos instantes, evaluando las palabras que diría a continuación—. Estaba pensando… quizá podrías mudarte conmigo…

Josephine guardó silencio. Sin embargo, el abogado pudo escuchar el inconfundible salto en sus latidos. La había sorprendido por completo, tanto que su corazón seguía acelerado, a pesar de que había estado relajada instantes atrás. Con parsimonia, el abogado se movió para acariciar sus brazos, intentando reconfortarla. Un escalofrío recorrió la piel de la mujer ante el contacto, y se dejó caer aún más contra el cuerpo de Matt.

haptic memory - matt murdockWhere stories live. Discover now